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Emilio J. González

Zapatero y la verdad de las cifras

Los datos están ahí, hablan claro. Lo malo es que desde el Ejecutivo nadie parece querer prestarles atención y se sigue actuando como si aquí no pasara nada, con un presupuesto que no se adecúa a esta nueva realidad.

Las cifras oficiales empiezan a confirmar lo que el Gobierno se empeña en no admitir. El indicador adelantando del PIB correspondiente al tercer trimestre, que el Instituto Nacional de Estadística ha publicado, avanza un crecimiento económico del 3,8% respecto del mismo periodo del año anterior, lo que supone dos décimas menos que en el periodo abril-junio y tres menos que en el primer trimestre del año.

La tasa de crecimiento sigue siendo elevada pero ya empieza a mostrar síntomas claros de que la fiesta en España puede haberse acabado. El motivo de la desaceleración no es otro que la caída de la demanda interna. Y es que con la confianza del consumidor en mínimos históricos, con las hipotecas, los alimentos y el petróleo haciendo mella en el bolsillo de los ciudadanos, es imposible que aguante el tipo una economía que ha sobrevivido en los últimos años gracias al gasto familiar.

El sector exterior ha contribuido a paliar en parte la desaceleración del consumo, pero no cabe esperar demasiado de él en los próximos meses. Las turbulencias financieras internacionales afectan a los principales clientes de nuestras exportaciones. La crisis de las hipotecas subprime socavarán su crecimiento. La fortaleza del euro empieza a frenar las ventas al exterior de nuestros socios comerciales. Todo este panorama lleva a lo que la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y la OCDE vienen advirtiendo desde hace meses. La economía de los países desarrollados perderá fuelle como consecuencia de la crisis crediticia. Nuestro país lo notará en forma de menos exportaciones y, por tanto, de menos crecimiento.

En contra de lo que dice el Gobierno, los datos del INE avanzan un deterioro mayor de la economía en los próximos meses. El crecimiento intertrimestral ha caído hasta el 0,7%, dos décimas menos que entre abril y junio y tres menos en relación al primer trimestre del año. Cuando este indicados evoluciona de semejante forma, avanza una mayor desaceleración de la economía en los próximos meses, que el Gobierno se empeña en negar por activa y por pasiva.

Los datos están ahí, hablan claro. Lo malo es que desde el Ejecutivo nadie parece querer prestarles atención y se sigue actuando como si aquí no pasara nada, con un presupuesto que no se adecúa a esta nueva realidad. Lo malo es, también, que seguimos sin una política económica que responda a las nuevas coordenadas económicas. El Gobierno está paralizado a causa de las próximas elecciones y no quiere mover un solo dedo para empezar a arreglar las cosas porque hacerlo, según su forma de ver las cosas, sería reconocer en vísperas de la llamada a las urnas, que la economía no marcha como debería, que no ha sabido administrar la buena herencia económica que recibió del PP. Pero los ciudadanos no son tontos. Lo demuestran mes tras mes en las encuestas de expectativas del consumidor porque, por muchos mensajes oficiales que se lancen negando la crisis, ellos notan en su economía doméstica cada vez más dificultades para llegar a fin de mes y perciben que nadie da la respuesta adecuada desde el Ejecutivo.

Para complicar más las cosas, el FMI acaba de advertir a España que nuestro país será de los que más sufran el impacto de la crisis. Aún estamos a tiempo para empezar a prepararnos para ello y mitigarlo. Pero esto exige el abandono del discurso oficial de un triunfalismo económico de Zapatero que, a la luz de la realidad que acaba de encender el INE, no encuentra bases sólidas sobre las que sustentarse y pasar a la acción.

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