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Encarna Jiménez

Alcaldesas y presidentes

Uno de los elementos que habrá que tener en cuenta en la elaboración de las listas para las próximas elecciones municipales y autonómicas es el número de mujeres que se incluyen en ellas y su posición. El asunto, como siempre, no resulta sencillo, sobre todo para los grandes partidos. Las experiencias sobre la implantación de cuotas o, como en el caso de Francia, la ley de la paridad impulsada por Jospin, arrojan resultados contradictorios. En las municipales francesas entraron 38.000 mujeres más, lo que fue considerado un éxito, sin embargo en las legislativas de este mes el Partido Socialista francés prefiere tener penalización económica a cumplir a rajatabla su propia ley. Tan sólo los partidos minoritarios, quizás para no perder la aportación económica que conlleva la puesta en práctica de la paridad, llevan en sus listas el 50% de mujeres.

En España, tanto el PP como el PSOE han estado dispuestos a que en las alcaldías haya un buen número de mujeres, sin embargo, sigue sin haber candidatas a presidir una comunidad autónoma. Ni una en el horizonte. En eso coinciden los dos. El Partido Popular ha potenciado el elemento simbólico de incorporación de mujeres a la vida pública con la presencia de las presidentas del Congreso y el Senado y le ha sacado gran rentabilidad a la figura de Ana Botella. No defiende el sistema de cuotas, pero procura promocionar a jóvenes con el objetivo de que, en conjunto, no se traslade la imagen de ser un partido que no tenga como horizonte la igualdad entre los sexos. El caso de Ponferrada ha sido un factor de erosión de esa imagen, pero no está demostrado que haya una incidencia directa en el voto femenino en virtud de que sea hombre o mujer el candidato. Nevenka no necesariamente concita la adhesión incondicional de mujeres, feministas o no.

Aunque falta tiempo para que las listas se cierren, se ha abierto ya el proceso para contemplar el factor del sexo como un elemento más, pero conceptual y visualmente importante, en la elaboración de las mismas. Los partidos tienen que buscar el modelo óptimo para el tirón electoral y se encuentran con varios escollos, el principal, para ellos, es la guerra interna para abrir un hueco a las mujeres y, a la vez, contentar a todos los sectores y colocar a los imprescindibles -que suelen ser muchos a la hora de buscar un hueco en las listas- la segunda es que, en los últimos años, no han aparecido muchas mujeres de cierto peso que estén dispuestas a entrar en política. Los partidos viven pendientes de las encuestas y calculan si les produce más beneficios un cierto paternalismo en la puesta en escena que tener una política clara contra la discriminación. Entretanto, se está perdiendo la oportunidad de contar con mujeres competentes que no tienen cabida en unas listas en las que las reglas del juego no permiten invadir un campo marcadamente masculino. Sobre todo cuando hablamos del poder de un gobierno nacional o autonómico.

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