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Encarna Jiménez

Basura sin remedio

Luis Herrero abordó el martes en “La 2” de TVE qué se entiende por “telebasura” y las razones de su consumo. Ante semejante tema, que no deja de ser una de las monstruosidades de nuestra sociedad, sólo caben dos posibilidades: organizar una trifulca que se acerque en su estrategia a los vociferantes espectáculos de “Salsa rosa” o adoptar un esquema tranquilo, que renuncie a pelear por la audiencia y defienda ese pequeño espacio que da TVE para que alguien recuerde que se puede hablar de algunos temas de actualidad sin tirarse a la yugular.
 
Los convocados al debate titulado “La tele que queremos” eran bastante representativos de los que tienen algo que decir sobre la televisión que consumimos. Gustavo Bueno, que anda a piñón fijo, intentó introducir su concepto de “basura desvelada” frente a “basura fabricada”, categorías que necesitan una explicación algo más detallada que las que posibilita un debate con siete personas y una hora de duración. Cristina García Ramos, que representa el lado más blanco de la programación rosa, se movió en las generalidades con cierta dignidad. Joan Ramón Mainat, de la saga de Gestmusic, estuvo en su papel de defender el negocio; Felix Riera, del Consejo del Audiovisual de Cataluña, estuvo autosuficiente, como corresponde a los que quieren sentar cátedra sin comprometerse demasiado, y Mariola Cubells, la autora de “Mírame tonto”, un libro oportunista, aunque lleno de claves para saber lo que se guisa en los programas “basureros”, no tuvo demasiada oportunidad de vender su texto ni de sacar los colores a nadie. Por su parte, la que hablaba en nombre de un foro de telespectadores no llegó a convencer a nadie de su representatividad.
 
“El debate de la 2” tiene la virtud de plantear temas cruciales en un ambiente de libertad y falta de crispación que no deja de ser un oasis en el panorama televisivo. Lo que no quiere decir que del mismo salgan grandes respuestas ni soluciones. El problema de la televisión ahora tiene tal complejidad que es difícil abordarlo, aunque sea por partes. La telebasura todo el mundo sabe lo que es, lo sientes cuando lo ves, pero su fin o su control está lejos de vislumbrarse.
 
En nombre de la democracia y de la libertad de elección las peores artes se utilizan para ir degradando los contenidos. Por el negocio estamos metidos en todas las estrategias del rumor, la mentira y la explotación de los sentimientos, y la degradación se adueña de todas la cadenas. Un debate sobre la televisión que queremos es tan sólo un paréntesis de reflexión marginal, que supone apenas un grano de arena que no puede detener la rueda de un negocio que arrastra toneladas de basura arrojadas a la cara de un espectador que tardará tiempo en reaccionar, si es que lo hace.

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