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Encarna Jiménez

Campos minados

El público de Telecinco es de canal, más que de personas, y ha encontrado en Ana Rosa una cara conocida que no molesta y a la que le perdonan los deslices

Antena 3 tiene algunas alegrías, sobre todo en verano, pero, cuando llega el otoño, se enfrenta a la cruda realidad. Telecinco ya se ha repuesto y, por la mañana, María Teresa Campos no acaba de remontar. Por aquello de la pelea de damas, la confrontación de las dos cadenas privadas generalistas se ha personificado en María Teresa Campos y Ana Rosa Quintana, mujeres de largo recorrido que copan las revistas del corazón y sufren, sobre todo la primera, el desgaste de los "reporteros" convertidos en agentes del desgaste de la competencia. En eso Telecinco está muy entrenada, y puede organizar una "tomatina" que pringue a cualquiera que se le ponga por delante.
 
Por más que los programadores y directores de orquesta de las estrategias televisivas se afanen en descifrar el comportamiento de la audiencia, lo cierto es que hay fenómenos que es muy difícil de prevenir o de encontrarles remedio. Es el caso de María Teresa Campos, reina de las mañanas cuando estaba en Telecinco, ahora desbancada por Ana Rosa y hasta por la discreta valenciana de TVE, Inés Ballester, que se libra de los golpes directos. Al fin y al cabo, también cobrará menos que ellas.
 
¿Qué le pasa a María Teresa? Aparentemente nada. Sigue teniendo energía y no lo hace peor ni mejor que Ana Rosa. Simplemente, se cambió de cadena y la gente no la siguió como creía. El público de Telecinco es de canal, más que de personas, y ha encontrado en Ana Rosa una cara conocida que no molesta y a la que le perdonan los deslices. Parece que es más "humana" y es más joven. Acaba de ser mamá de mellizos y eso cotiza, mientras que María Teresa Campos tiene una hija, Terelu, a la que han convertido en punto flaco de la madre.
 
Ana Rosa, que ha tenido momentos desagradables en su carrera, lleva los contratiempos con sonrisas y un aire propio de "magazine" rosa con tintes solidarios que le funciona bien. Ha tenido peleas, pero lleva con mejor ánimo las críticas y reveses, o al menos eso transmite, que María Teresa, que no sabe a qué santo encomendarse para que le vuelva el trono. Como la televisión es un mundo de nervios, tal parece que su labor fuera trascendental y descubriera mediterráneos cada día, la batalla va a ser amplificada para que las dos estén en el candelero. A ninguna le viene mal este plus de popularidad, pero el colchón de Ana Rosa, que se fue a veranear tranquila y ha vuelto con crédito renovado, le permite mayores alegrías y tranquilidad.
 
Lo importante es no perder la calma, algo difícil de recomendar, sobre todo si a la peleona de María Teresa Campos se le presenta un campo de minas en la que, junto a la guerra diaria de mantener un programa a base de trabajo, tiene que lidiar con asuntos familiares que desequilibran el producto final.

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