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Encarna Jiménez

Castillos y toretes

A las tres plagas del verano popular –la disco-móvil, los coros y danzas de países lejanos y las fiestas con pólvora– que animan el mundo rural y desesperan a los que intentan descansar, hay que añadir dos “entretenidos” concursos televisivos propios de estas fechas: “Grand Prix”, en TVE, conducido una vez más por el incombustible Ramón García y “Fort Boyard” en Tele 5.

En el concurso de TVE se cuenta con la baza de Ramón García que, aunque ya hayan pasado sus días de gloria, consigue es-tirar un concurso manido que tiene como reclamo la inclusión de dos vaquillas –que le dan el toque autóctono y racial– y la presencia, en competición, de dos pueblos españoles que movilizan a los vecinos, llenan de orgullo a sus alcaldes y repasan la geografía española casi con tanto interés como las misas retransmitidas desde los templos más ignotos del mapa católico español en los días de fiesta.

“Grand Prix” tiene un formato clásico adaptado a una realidad tradicional que encaja bien con el espíritu de TVE, empeñada en rentabilizar desde las viejas glorias de “Cine de barrio” hasta los archivos de la cadena pública, debidamente clasificados por Guillermo Summers. “Fort Boyard”, por su lado, aunque haga pruebas de fortaleza, habilidad y algún que otro conocimiento de cultura básica, tiene un aire extranjero. Está grabado en Francia, donde se aprovecha la construcción junto al mar de una especie de castillo para que cinco concursantes superen, al modo de Indiana Jones, ejercicios de destreza, potencia física y agilidad mental. En este caso, tres son los elementos principales contratados por la cadena: Paula Vázquez, a la que por su desaliño indumentario y mala iluminación no le sirven para nada los supuestos retoques de cirugía plástica; Félix Álvarez, que parece imprescindible en cualquier gala o concurso de Tele 5; y Oscar Ladoire, que hace de alquimista sonado para ganarse el sueldo. Con esos mimbres y el mar al fondo entretienen a unos animosos concursantes que lucen camisetas de “Halcón viajes” y corren detrás de un enano que se gana a pulso su jornal.

“Grand Prix” y “Fort Boyard” son dos productos veraniegos que mantienen el tipo en sus respectivas cadenas con ese espíritu juguetón y pachanguero propio de estos días. Sería esperanzador que para gran parte de la audiencia resultaran tan molestos como las temibles fiestas populares que, con sus verbenas y “jornadas culturales y participativas”, eliminan la paz de unos lugares que antes de los castillos y las vacas estaban tranquilos.

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