“El Debate de la 2” es un programa presentado por Josep Puigbó que a duras penas se abre un hueco los martes en TVE. En su momento se vendió como el único espacio de la cadena pública en el que se tratarían asuntos de interés político o social. Con vocación internacional, tiene el apoyo de los corresponsales de los informativos de TVE e intenta, con una puesta en escena de impacto tecnológico, aportar un estilo innovador y pulcro en el que nada se salga de tono. Esta semana se ocupó de las elecciones presidenciales francesas con invitados que podían dar juego, dentro de un orden. Alain Touraine, Ramón Chao, Manuel Marín, un joven representante español del PP y el conservador Lavarde componían la cuadrilla que, a caballo entre España y Francia, analizaron la coyuntura europea tras el “seísmo” Le Pen.
Con información de Francisco Audije, corresponsal de TVE en París, y la participación de un público elegido en el que abundan periodistas y profesores universitarios, Puigbó condujo un debate en el que no hubo sobresaltos ni grandes aportaciones.
Puigbó, por encargo de TVE, está comisionado para que su programa no destaque. El presentador catalán no manifiesta ningún empeño en que el debate, aunque trate temas de actualidad, acometa con cierta hondura y afán de polémica los asuntos de mayor interés. Si todo lo que puede conseguir el repeinado Puigbó es que Manuel Marín haga un ejercicio de humildad sobre el papel de los partidos políticos y que Alain Touraine diga que se ha quebrado para siempre el estado del bienestar, es que, o es manifiestamente inútil para hacer que en su programa haya un debate de ideas o que lo han puesto ahí para que, hasta la audiencia más concienciada no abandone la información de la radio o la prensa escrita. Una vez más, la televisión pública renuncia a ser una plataforma informativa y se paga (nos pagamos) una puesta en escena de diseño que no incomode a nadie.
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