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Encarna Jiménez

El Príncipe cumple años

Esta semana el Príncipe Felipe cumplirá 35 años y tendremos ocasión de ver si los informativos y los programas de sociedad de las televisiones dedican sus espacios a insistir en sus responsabilidades como heredero de la Corona Española o se inclinan por seguir intentando sacar agua del molino de sus relaciones sentimentales. De momento, como corresponde a la cadena pública, “Informe Semanal” se adelantó al acontecimiento emitiendo un reportaje sobre su reciente visita a Ecuador en el que no había faldas, sino relaciones de Estado.

Para completar el informe monárquico, el espacio que dirige Baltasar Magro recuperó un documento de sus archivos, uno de los primeros en colar del programa que ahora cumple 30 años, emitido en noviembre de 1975, en el que se ofrecía un perfil familiar del recién proclamado Rey Juan Carlos I. El contraste de los dos reportajes fue bastante ilustrativo de lo que supone la continuidad monárquica, hasta en los detalles del parecido físico y de gestos de padre e hijo.

El Príncipe tiene ahora un aire más sereno, se le adelanta un poco el labio inferior, a la manera borbónica, empieza a escasearle el pelo y ya le queda poco de rubio. Pero, como todavía no es el titular de la plaza, tiene que seguir insistiendo en el proceso de aprendizaje para redondear su formación. Como ocurre con los jóvenes actuales, está en un perpetua proceso de educación, que puede durar décadas, hasta que llegue el momento de la emancipación y tenga que asumir unas responsabilidades acordes con la edad.

La imagen del Príncipe como presentador de una serie ecologista o su faceta deportista va quedando atrás. Su reciente visita a la Galicia del chapapote ofrecía un fondo menos grato que los verdes campos españoles y, en su alocución desde Ecuador, se presentó sentado, con buena dicción y haciendo balance de lo que significa estar representando a la más alta instancia del Estado en los países iberoamericanos.

Al poder ver a continuación el reportaje de 1975 en el que aparecía de niño, la sensación de continuidad, el mensaje de estabilidad que traslada la institución monárquica, se reforzaba. El Rey también se presentaba a los españoles como una persona que se ha estado formando en los ejércitos y en la universidad, en contacto con el pueblo y en los centros de la Administración. Los dos asumían, con una diferencia de casi 30 años, que estaban obligados a trabajar si querían estar a la altura de su cometido. Queda el detalle de ver si el Príncipe asegura la continuidad dinástica con casamiento y descendencia, pero habrá que tener calma porque, de momento, parece que toca reforzar su imagen de Estado y no dejarse llevar por las urgencias del corazón.

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