A Javier González Ferrari, director de RTVE, la oposi-ción le está contando los minutos que sale en la tele que dirige. Y sale mucho. En las últimas semanas, según un in-forme elaborado por el PSOE, su presencia en los telediarios ha sido mayor que la de Rodríguez Zapatero.
Nadie podrá negar que RTVE y su responsable máximo son noticia. Entre la modificación del Estatuto del Ente, las huelgas y manifestaciones de los trabajadores, las aventuras europeas de las cadenas públicas y el plan de la SEPI, hay materia para trufar de noticias referentes a TVE todos los informativos. La prensa escrita y las radios han hablado también a menudo en los últimos días de la televisión públi-ca, pero, naturalmente, en otros términos.
El posible abuso de Ferrari, que es una muestra habitual del autobombo que practican todas las televisiones, no está tanto en el detalle del minutaje como en la veracidad y la pluralidad de la información. Sin embargo, la oposición, co-mo si estuviera midiendo una campaña electoral, emplea el argumento del tiempo como si fuera lo único importante. Al grosero afán de protagonismo del que manda se contrapone la crítica fácil de una oposición que no propone soluciones y que anda más preocupada por cuánto sale su líder en pantalla que por lo que supone para el telespectador y el contribu-yente la espiral diabólica de gasto y escasa calidad de TVE.
Que un director se autopromocione puede ser una forma algo caciquil de gobernar o un síntoma de que busca un nuevo destino. En todo caso, es la manera más burda de seguir en el candelero, aunque se queme las pestañas. Que la oposición se empeñe en que todo es cuestión de cantidad y de siglas, da idea de lo que está dispuesta a proponer para enderezar el tortuoso camino de TVE.
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