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Encarna Jiménez

La gran tentación

La inminente puesta en marcha de la quinta edición de “Gran Hermano” en Telecinco, producida por Zeppelin y con Mercedes Milá de maestra de ceremonias, no es una noticia que se salga de lo previsto. Sin embargo, después de la experiencia veraniega de lo que ya se ha dado en llamar “Política show”, con la utilización de las reglas del “reality” en el tratamiento de la información municipal y autonómica, el desembarco de una nueva tropa de “GH” y su “generala” añaden un punto más de pesimismo sobre el panorama televisivo del próximo otoño.

Conviene no olvidar que Mercedes Milá tuvo una actuación especialmente lamentable a propósito de la catástrofe del “Prestige” en Nochevieja, y que es una periodista que, al igual que Sardá, sabe hacer política de manera más hábil que todos los comentaristas del mundo rosa que este verano han acabado reconvertidos en analistas de la crisis marbellí. Animadas por el éxito de audiencia, no ha habido cadena que se resistiera a sacar provecho de un filón en el que Lidia Lozano entablaba diálogo con Jesús Gil en Telecinco, María Patiño se deslenguaba en Antena 3 y, en TVE, Inés Ballester abría una ventana en la mañana de la televisión pública por la que se colaba el “reality” aplicado a los aspectos más pringosos de la vida pública.

Otros programas como “Aquí hay tomate” y “Pecado original” están especializándose en el cachondeo político y, aunque haya que reconocer que algunos de los representantes del pueblo merecen formar parte de la tribu del “famoseo”, se ha abierto una brecha en la televisión que puede tener consecuencias imprevisibles, sobre todo en un año en el que las citas electorales son numerosas. Si “Hotel Glam” llegó al límite en su propio género, el “mix” alumbrado este verano con la política-basura hace peligrar el aura de respeto a las instituciones y quienes las representan, y no es de extrañar que, por cuestión de rentabilidad económica, los directivos de las cadenas sigan explotando una fórmula que les produce buenos dividendos.

Los dineros fáciles que proporciona la aparición en programas de entretenimiento a muchos comentaristas y personas “famosas” hacen que la gran tentación de políticos sin escrúpulos, periodistas de los escándalos y ambiciosos de toda condición formen un verdadero ejército que inunde la pequeña pantalla bajando un peldaño más en la degradación de un medio que tiene atrapada a la audiencia con el morbo de las entretelas personales. Menudo panorama.


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