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Encarna Jiménez

Las cámaras se rinden

El congreso del Partido Popular ha sido el cónclave perfecto para la televisión, tanto en su puesta en escena como en sus contenidos. El momento culminante, el de la clausura con el discurso de José María Aznar, fue seguido por cadenas públicas y privadas con la tranquilidad que da el que todo resulte limpio, cronometrado y con los colores adecuados. En esta ocasión no había sillas revueltas, ni cartelitos por el suelo. Nada de pasillos con señores con ojeras, sino espacios amplios, gente aseada y algunos signos de emoción por la despedida del presidente.

La entrada triunfal de Aznar para cerrar el congreso, sus palabras, medidas y mejor leídas que en otras ocasiones, que facilitaban el resumen de los contenidos para los editores de los telediarios del domingo, ayudaron a transmitir la sensación de que era un día histórico pero tranquilo. Las lágrimas de la hija y el abandono de la sala acompañada por su prometido, Alejandro Agag, pusieron el detalle humano, casi de diseño, para que hasta el universo del corazón se uniera al acontecimiento. El futuro ya está aquí y está atado y bendecido.

La inversión en el escenario galáctico, con cielo azul y jirones rosas, gran pantalla y gaviotas por doquier resultó rentable para el partido del gobierno porque, a falta de discusiones ideológicas, en un fin de semana de enero, la mayoría de los telespectadores quiere sentirse confiada, y a los que elaboran las noticias les gusta tenerlo todo claro y medio hecho para que la información se deslice con la suavidad de un anuncio. Si alguien esperaba batalla dialéctica, se quedó con las ganas desde el viernes, cuando la ponencia de Álvarez Cascos quedó amortizada. Así que sólo quedaba dejar constancia de que todo transcurriría como estaba previsto por el jefe. TVE y Antena 3 dejaron constancia de ello y Tele 5, que suele tener alguna iniciativa sus informativos, tuvo a bien recordar la salida de Felipe González en el 97 y señalar la gran diferencia que hay entre aquel acto y el de ayer.

Poder y poderío, mercadotecnia, buena iluminación y un punto de cursilería fueron la envoltura de un congreso decisivo en el que hasta hubo risas por las equivocaciones, como en un programa de tomas falsas. Ante eso, las cámaras se rindieron. Era su lenguaje para un domingo tranquilo.

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