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Encarna Jiménez

Las canas de la izquierda

Fernando Sánchez Dragó despide la temporada en “Negro sobre blanco” con cuatro programas dedicados a “La izquierda reaccionaria”, lo que no deja de ser un lujo que tan sólo algunos pueden permitirse en el actual panorama televisivo. En “La 2” de TVE comenzó este domingo la primera entrega tomando como base el libro de Horacio Vázquez-Rial del mismo título y teniendo como invitados a Joaquín Leguina, Santiago Belloch, el crítico Luis Ignacio Parada y el propio Vázquez-Rial. En próximas semanas tendremos la continuación del debate con los mismos protagonistas y un mano a mano entre Gustavo Bueno, autor de El mito de la izquierda, e Ignacio Sotelo y entre Bueno y Carrillo.

Varios son los libros que han salido en los últimos meses sobre la vigencia o la muerte de la cultura de izquierda como los de Revel, Volpi o Santiago Belloch (El asalto a la cultura democrática). Muchas páginas que, a tenor de lo que ocurrió en “Negro sobre blanco”, no van a tener demasiado eco en un debate que, con el respeto que merecen los años, parecía encanecido. Y no sólo porque los argumentos de los plateados Leguina y Belloch resultaran tópicos, sino porque anduvieron muy centrados en cuestiones de estabilidad laboral y problemas demográficos y no trataron apenas asuntos de índole ideológica y política. La tesis del programa, que era que la izquierda está dividida y se bate en retirada, tenía su ejemplo en las divergencias entre Leguina y Belloch y en la huida de un debate más profundo.

A la misma hora, en Fuentes y Cía de Telecinco, la ministra de Educación se presentaba con aire desenvuelto que contrastaba con el aspecto añejo del debate de la izquierda. Aunque la puesta en escena no es lo fundamental, la diferencia entre el mundo de color y puesto al día del programa de Telecinco venía a contradecir de un vistazo las doctrinas sobre el carácter progresista de los viejos defensores de una izquierda que, si no se bate en retirada, al menos tiene serios problemas para entender un mundo que no se detiene. La insistencia de Leguina en la estabilidad es comprensible en un hombre que lleva muchos años dándole vueltas a la misma noria.

El programa de Sánchez Dragó aparece con un tema de gran interés y hasta valiente para un programa de libros que suele ser condescendiente y hasta “convenenciero”, pero faltaba color, mordiente y juventud en un debate cuya segunda parte se hace cuesta arriba.

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