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Encarna Jiménez

Muerte entre los toros

Los “sanfermines” y la emisión de una larga entrevista al recientemente fallecido Pepe Dominguín son algunos de los espacios que sobresalen en una programación que empieza a dar sudores. El desayuno fuerte que nos proporcionan a las ocho de la mañana los encierros pamplonicas es un clásico de TVE. A esa hora, una gran parte de los españoles se fija en la televisión. En los bares se mezcla el café con los productos navarros convenientemente publicitados, y los más forofos no salen de casa hasta que no ha entrado el último toro en la plaza.

Hay días en los que el recorrido es limpio y la gente apenas tiene nada que comentar, y otros, como ocurrió el martes, en el que la sangre salta y hay motivo para pontificar desde un lado y otro de la barra del bar. Son días estos en los que Navarra está presente sin necesidad de hacer galas intercambiables como la ya clásica de “Murcia ¡Qué hermosa eres!” que pudimos ver el domingo pasado por enésima vez. Hay que reconocer que lo de Pamplona tiene más interés que otros programas promocionales de las Comunidades Autónomas, y que la realización de TVE es un modelo de cómo perpetuar la tradición televisiva con una buena realización y unos comentarios adecuados y justos. Los escasos minutos que dura el encierro se convierten en media hora de programa, con su correspondiente moviola y parte de accidentes, pero, además, los anuncios son tan poco intercambiables con los que vemos a menudo, que suponen un respiro. Compañías de seguros, queso del Roncal, espárragos, buenas conservas y chorizo para el bocata, otorgan un plus de energía cuando aún no ha acabado el sol con nuestras exiguas fuerzas.

Coincidiendo con los sanfermines, hemos podido ver en Canal Plus una nueva entrega de la serie “Epílogo”, esa que se dedica a emitir entrevistas cuando el protagonista está muerto. Y con esa condición, la de que sólo será emitida cuando el entrevistado haya pasado a mejor vida, se graba el programa. Esta es una situación morbosa que no parece inquietar demasiado a los implicados, y probablemente la razón de que la cadena la emita en abierto, por agarrarse a la noticia del fallecimiento, pues no esperan a que se enfríe el cadáver para emitirla.

Pepe Dominguín es un personaje que tiene algo que contar, pero, quitando las referencias a la edad de plata de la cultura española con sus Ortega, Zuloaga, Buñuel etc, del recordatorio de Hemingway, tan oportuno cuando los toros en Pamplona se llevan por delante a incautos norteamericanos, y de unas deshilachadas declaraciones sobre su vida, la hora que duró “Epílogo” nos dejó en el limbo. Parece que esa es la idea de la directora que, con una puesta en escena en la que se presenta al entrevistado en una habitación vacía, con una luz que parece estar esperando el pase a un más allá indefinido marca unas reglas del juego que resultan de una monotonía aplastante.

Nada que ver con el desayuno energético de los sanfermines que Dominguín se hubiera tomado en vida.

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