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Encarna Jiménez

Rosa llora de verdad

Rosa y los chicos de “Operación Triunfo” no consiguieron en Tallin convencer a los jurados y votantes europeos de que su canción era la mejor. Sencillamente, porque no lo era. España se quedó clasificada en séptima posición y eso no es ninguna injusticia. Es un honrosísimo puesto para unos participantes bastante menos experimentados que la mayoría de los cantantes que competían. El festival de Eurovisión tiene unos mecanismos que, además de ser bastante tontos, no pueden ser controlados por los promotores de cada país.

En España, este año se ha montado un tinglado muy especial que ha traspasado las fronteras. Estonia se ha visto invadida por un ejército de periodistas españoles que han ayudado a llevar en volandas a un grupo que, al contrastar su actuación con las de otros países, ha encontrado su verdadera dimensión. Una cosa es que aquí arrasen en conciertos y discos y otra que sus gracias sean homologables en el resto de Europa.

El gurú Uribarri en mitad de las votaciones ya dijo “Esto me huele mal”. Era el anuncio de que a Rosa y su equipo les iban a echar el freno. De ahí la decepción. La cantante de Granada a duras penas pudo saludar después de saber los resultados y, si no llega a ser por Nina, no hubiera acertado a decir palabra, y menos a encender las luces del Corpus Christi.

Por lo demás, el desarrollo del festival no tuvo apenas alicientes. Los cantantes en su mayoría eran bastante correctos; el vestuario, salvo casos aislados como el de Grecia, que llevó a unos chicos disfrazados de astronautas con toques helénicos, no tuvo chiste. Había travestidos balcánicos y una ciega germánica que tenía bastante mejor voz que nuestra Rosa y montón de chicas de “casual wear”.

La mayoría cantó en inglés y tan sólo dos o tres países recordaron con su idioma o sus melodías a las culturas que representaban. Al final, ganó Letonia con un “show” de aires tanguistas. Parece que ha llegado el momento de los países del Este siempre que estén bien reciclados.

La canción española era bastante patatera, Rosa no tenía la mejor voz, el coro era bastante peor que otros y la puesta en escena mediocre. Con esos mimbres, lo único que queda es reconocer el entusiasmo del equipo y de toda España por ilusionarse con una chica a la que hay que reconocer el mérito de tener encandilada a la audiencia por su sinceridad y por unas lágrimas que, esta vez, le salieron del alma.

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