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Muy mal debe estar el nacionalismo vasco para que Javier Tusell (la última suya fue un libro contra Aznar que contribuyó a la mayoría absoluta) apueste por ser su ideólogo. “Hay que rescatar al nacionalismo vasco de la interpretación que de él ha hecho ETA”, de forma que los partidos nacionales “tendrían que tender la mano a ese nacionalismo” ya que “es injusto decir que el nacionalismo fue la partera del terrorismo”. Esta reinterpretación del nacionalismo como víctima ideológica supera los niveles de la misericordia cristiana para entrar en los estrictos de la impostura intelectual.

Nadie, en los términos de la realidad, obligó al PNV y a EA a firmar pactos con Eta, a establecer unidad de acción en los acuerdos de Estella y Lizarra o a poner en marcha organismos asamblearios al margen de la legalidad estatutaria y constitucional como la asamblea de municipios vascos. Hay un truco demasiado usado que consiste en trasladar los problemas de los nacionalistas a los demás.

Parafraseando a Joseba Arregui, hace suya la curiosa apreciación de que Arana debe ser comparado con los españoles de entonces, como Cánovas, y “en esa comparación los vascos no quedarían malparados en cuanto a la modernidad”. El racismo es malo, pero nadie ha dicho que no sea moderno. En estos días vuelve a hacer gala de él Haider en Carintia rodeado de veteranos SS. No sé por qué exactamente hay una extraña propensión, basada en el ocultismo esotérico de su obra, a exculpar o disculpar a Arana Goiri tar Sabin de su racismo exuberante de prejuicios. El “doctor melifluo” Tusell trata de colar que “frente al racismo –propio del momento– de un Arana en la práctica la defensa de la lengua fue lo esencial para el nacionalismo”. Más falso que un Judas de plástico.

A Sabin, que miró lleno de escrúpulos étnicos los 126 apellidos de su novia Nicolasa Achica-Allende, le hubiera indignado tal falsificación maketa. Baste alguna cita para ver hasta dónde llega la capacidad de manipulación de este historiador de baratillo. “Si fuese –sentencia Sabin- moralmente posible una Bizkaya foral y euskeldun (o con Euzkera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia”. “La sociedad euskeriana, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está pues apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios”. “Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española. Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas instituciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y transcendencia”. “Si el maketo, penetrando en tu casa, te arrebata a tus hijos e hijas para quitar a aquéllos lozana vida y prostituir a éstas... entonces no llores”. “El noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en Bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizkainos españolizados”. “En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el universal sufragio un verdadero crimen, un suicidio”. “La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos), o si es apuesto, es tipo femenil (ejemplo, el torero). El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe”, etc.

Las comparaciones siempre son odiosas; basten dos citas de Cánovas: “Ninguna idolatría, ninguna herejía, ninguna rebelión, ni aun la del materialismo más cínico, parece ya tan peligrosa cual esta nueva a los que, desde un punto de vista cristiano, observan el presente estado de la raza germánica”. O: “cuando el ideal cosmopolitismo de ahora sea así una realidad práctica, cabe que las particulares asociaciones en que actualmente viven los pueblos se disuelvan en una sola sociedad universal”. El apoyo de Tusell –al que da lo mismo ocho que ochenta– puede significar el fin del nacionalismo.

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