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Europa busca su lugar en el mundo. A bajo coste. No parece dispuesta a defender ninguna idea, ningún principio, más allá de la imagen y de lo políticamente correcto. En muchos aspectos, la política exterior europea es un remedo del antiguo movimiento de los no alineados. La amenaza del saltimbanqui Piqué de imponer sanciones a Israel ha mostrado el punto más bajo del desfonde de una línea insustancial. La pretensión de que existe un “modelo europeo” distinto y distante de los Estados Unidos es, en muchos aspectos, una forma de suicidio, un instinto tanatológico. Los ejércitos europeos, por ejemplo, pretenden pasar por ONG humanitarias en lo que implica un desconcierto de raíz.

José María Aznar ha ido poniendo orden en el desafuero y, en diversas ocasiones, ha señalado lo contraproducente que sería perseguir un distanciamiento respecto a la Casa Blanca. No está el horno para tales bollos, después del 11 de septiembre. En cualquier país, eso se habría entendido como una descalificación de su ministro de Exteriores y éste hubiera dimitido.

Esa supuesta identidad europea unívoca, hipócrita y esquizofrénica, que desconoce la distancia interna de criterio entre diversas naciones, o la bendita relación preferencial entre Inglaterra y Estados Unidos, se intenta establecer sobre dos sentimientos: el antiamericanismo y el antijudaísmo. Es decir, en buena medida, contra los valores occidentales, y en la línea de las más negras y pardas pesadillas de nuestra historia reciente. El discurso de Mister Pesc y de Piqué es, en ese sentido, un lepenismo con modales.

A día de hoy, la defensa de la libertad en el mundo depende, casi en exclusiva, de los Estados Unidos. Son los únicos que están dispuestos a pagar el precio de la libertad, mientras los europeos nos ahorramos buena parte del gasto de defensa. Y, por supuesto, las vidas de los soldados. Sin embargo, lejos de mostrarnos agradecidos, la inteligencia media pequeño burguesa –los burócratas del pensamiento universitario– se empeña en diabolizar a Estados Unidos, por odio y aversión a la libertad. Se han quedado sin alternativa, ya no ofrecen utopías, pero así tienen más tiempo para el proceso de demolición de los valores. En su pretendida lucha antifascista ni siquiera se dan cuenta de que el fascismo también son ellos, de que coinciden con Le Pen en su aprecio por Sadam Hussein, aunque lo revistan de profundas y santas intenciones hacia el pueblo iraquí.

El mundo tiene hoy un muy grave riesgo con el terrorismo nuclear. Y ante esta amenaza, son los Estados Unidos los únicos que demuestran claridad de ideas y salud vital. Ya que nosotros no somos capaces de defender nuestra libertad, por lo menos dejemos que la defiendan por nosotros, sin tirar piedras mezquinas sobre nuestro propio tejado.

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