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Contra lo políticamente estúpido

Lo políticamente correcto es una de las formas más edulcoradas de la estupidez. Se basa en la negación de la realidad, y por ende inhabilita para su análisis, pues se crea una ficción llena de beaterías y cortinas de humo, que degenera en una colección de tópicos que podría servir para transitar en Alicia en el país de las maravillas. Uno de los aspectos en el que lo políticamente estúpido ha sido más pernicioso es el de la inmigración, entendida por la izquierda dentro de ese esquema entre remedo del marxismo (Marx no era tan estúpido) del mundo rico y el mundo pobre, y sublimación de complejos de culpa cristianos en la dialéctica entre el rico Epulón y el pobre Lázaro. La izquierda (no tiene tópicos, es un tópico en sí) ha encontrado en la categoría moral o colectivo “inmigrante” un sinónimo de aquella vetusta estupidez del “proletario”. Como si inmigrante fuera una esencia que unificara a personas de las antípodas. Y ha soñado con que por la vía de la inmigración se generara una bolsa de votos que añadir a las famélicas legiones de funcionarios en las que está atrapada, incapaz de conectar con los sectores más dinámicos de la sociedad, que no se ven reflejados en esa actitud reaccionaria y ultraconservadora.

La gente normal -porque el sentido común está más extendido de lo que creen los clérigos del funcionariado docente y los funcionarios sindicales- discierne bastante bien entre emigrantes económicos, dispuestos a salir adelante en una sociedad abierta, y bandas de delincuentes. Se detuvo hace poco a una de búlgaros “inmigrantes” –con papeles o sin papeles- que habían robado trescientos chalet, y tenían diez toneladas de electrodomésticos. Lo políticamente estúpido en lo que están instalada la izquierda –cuyo progresismo es como poco de peluca empolvada- se llevó al paroxismo con aquella Ley de Extranjería de 1998, votada por los socialistas, IU y los nacionalismos secesionistas. De aquella estupidez viene la actual inseguridad ciudadana, delitos, asesinatos y falta de integración. Un desastre sin paliativos, del que el PSOE es culpable, y que ya está en todas las Memorias de las fiscalías (archivándose los casos, claro, porque la Justicia española, quizás por su complejo de haber sido el brazo armado del franquismo, es una mezcla de ineficiencia, lentitud y traumas de progresismo adolescente con cargo al presupuesto).

La derecha o el centroreformista o como se llame, ha añadido estupidez, por si era poca, con la Ley del Menor (un incentivo para lanzarlos al delito), e incluso escenificó la dimisión de Manuel Pimentel cuando Jaime Mayor Oreja se empeñó en poner orden en el caos frente al clamor de las plañideras. Ahora resulta que la izquierda recupera el discurso de la seguridad ciudadana –no hay libertad sin seguridad- pero obviando púdicamente la evidencia: la estrecha e inmediata relación del incremento de los delitos con la inmigración incontrolada, con el nomadismo de la delincuencia internacional que ha encontrado en España su Jauja (el asesino compulsivo Arcan dixit y lo repiten todos los delincuentes internacionales que han revivido lo del España es diferente: un país blando y sin autoridad). Y sin, por supuesto, reconocer PSOE e IU su alto grado de culpa en el desastre. El PP, sesteando en la autocomplacencia del España va bien y con el miedo en los tuétanos de que alguien les diga que no son tan progresistas (o sea, tan estúpidos) como ellos se creen, ha estado mirando para otra parte durante este tiempo y va recurriendo a subterfugios morales para hacer unos deberes a los que están obligados los poderes públicos porque para eso cobran de los contribuyentes.

Está eso de luchar contra las mafias que esclavizan a los inmigrantes, para no romper la dialéctica simplista de ricos y pobres, con la misma beatería que los puritanos combatían la prostitución porque establecieron la falsedad de que se trataba de una trata de blancas, con la que se secuestraba a ingenuas vírgenes para entregarlas al comercio de la lujuria. Pues no, hay mafias que no se dedican al tráfico de inmigrantes. Hay mafias instaladas, porque se las ha dejado instalarse. Ya he dicho que es en buena parte culpa del PSOE, pero es responsabilidad del Gobierno, que tiene a su cargo las Fuerzas de Orden Público y ha mirado para otro lado. Hay mafias de “inmigrantes” dedicadas al tráfico de drogas, a la prostitución y al delito por las calles (el récord lo tiene un marroquí que ha sido detenido 107 veces). Hay mafias que no esclavizan a nadie, simplemente roban, atracan, asaltan y matan. Y si se sigue por este camino habrá mafias dedicadas al negocio del secuestro. Hay mafias porque Interior ha actuado poco y mal, porque la Ley de Extranjería no se cumple, porque hay delegados del Gobierno que parecen representantes de ONG subvencionadas y jueces que no pegan un palo al agua que ni expulsan a nadie ni los encarcelan. Porque en los medios de comunicación lo políticamente estúpido es una ideología común, que unifica todas o casi todas las líneas editoriales. Este Estado intervencionista no cumple su principal misión: asegurar el natural disfrute de las libertades por los contribuyentes, la seguridad de vidas y haciendas.

En España

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