Menú
Enrique de Diego

El intento de suicidio de España, 1

En paralelo al proceso de transición democrática viene siendo latente un intento de suicidio de España perpetrado por élites atenazadas por sus complejos de culpa, con frecuencia por su colaboración o enriquecimiento durante la dictadura franquista. Ha de ser ese un sentimiento si se quiere subyacente anterior, pues las dictaduras producen proceso de hibernación de las ideas, al proscribir el debate, de forma que estas emergen del deshielo con virulencia y una falsa actualidad.

Nada más falso como modernidad que el nacionalismo (la recreación del estado nacional) que siempre fue la reacción, y contra el que siempre lucharon los hombres y mujeres de la libertad y la tolerancia. Nada más absurdo que ese intento de suicidio de la idea de España, de su realidad como ámbito geográfico de convivencia común, alcance sus mayores dimensiones cuando España es una sociedad abierta, plural, donde los derechos personales no están en riesgo, salvo por las agresiones de los que se oponen a esa España de la pluralidad personal (no esa falaz pluralidad colectivas, abstracta y dialéctica del tipo Ezukadi versus España o Catalunya versus España).

Sólo puede comprenderse ese proceso en parte si se tiene en cuenta que esos nacionalismos son herederos del casticismo, de la España eterna de la intolerancia, del fundamentalismo católico, del ultramontanismo y del carlismo, frente a la España liberal que en muchas etapas encarnó con fuerza emblemática la ciudad de Bilbao o la de San Sebastián o la de Barcelona. La libertad en el País Vasco, la real, la concreta, pervive en la medida en que esa sociedad enferma de nacionalismo sobrevive la idea de España como sociedad abierta, como pieza de la general sociedad abierta europea.

Lo grave es que en ese intento de suicidio –siempre manifestación de frustraciones personales, de estados de mala conciencia- los más decididos demoledores, los deconstructores no son los nacionalistas, sino ese “Madrid” mitológico del que ellos hablan con énfasis de diabolización geográfica, como si el pensar viene determinado por el ubi. Ese “Madrid” acomplejado por las, hoy en día, esotéricas acusaciones de centralismo, que se muestra derrotista y entreguista con el nacionalismo a las primeras de cambio, que ha dado ínfulas de intelectualidad a desentrañar las más mínimas disquisiciones de un mundo intelectualmente cerrado y romo y que, como la última de las tentaciones, ha encontrado el reclamo de los negocios -en la idea de que sus medios y sus empresas son multinacionales y no están comprometidas ni con España ni con la libertad personal. No cabe olvidar que muchas empresas colaboraron con el nazismo en el trabajo esclavo y los campos de exterminio.

Ese intento de suicidio viene siendo resistido y rechazado por los ciudadanos y ciudadanas españolas. Pero va siendo hora de poner las cosas en su sitio. La idea de España es, aquí y ahora, la idea de modernidad, de creatividad, de apertura de miras, de libertad personal. Y esa es hoy la cuestión clave, porque no está la libertad económica en peligro. Esa batalla está ganada de medio a medio. Los que ahora se apuntan al carro con tono de neófitos no hacen más que el ridículo intelectual. La libertad en peligro ahora es la fundamental, la básica, la personal, la de convivir, de la que emanan todas las demás. Y esa libertad es hoy sinónimo de España, pues es España su amparo y su marco, su horizonte abierto frente a los intentos de regresión a ideologías cerradas del siglo XIX, a las que Europa ha vuelto la espalda tras las traumáticas experiencias. El intento de suicidio de España lo es para acabar con la libertad personal.

En España

    0
    comentarios