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Enrique de Diego

El PNV no quiere vivir sin ETA

La dictadura mediática a la que está sometida la sociedad vasca hace preciso recordar lo obvio: el PNV es el mayor beneficiado por los crímenes de ETA. Eso es un dato empírico, un hecho objetivo, independiente o al margen de las intenciones, buenas o malas, confesables o inconfesables, de dirigentes y militantes nacionalistas. No sabemos qué habría sucedido en las consultas electorales si no hubiera habido ningún muerto, pero sí sabemos quién gobierna sobre las montañas de cadáveres.

Por eso, resulta enternecedor, incluso hilarante, si no hubiera tantas tragedias de fondo, ver, escuchar y leer la reiteración de que el PNV está abandonando su ambigüedad. Creo que, más que establecer un juicio sobre la realidad, se pretende echar un tupido velo sobre la condescendencia intelectual –el PNV suele quejarse del trato de los medios, cuando el nacionalismo ha tenido siempre una asombrosa buena prensa– con que la ideología asesina ha sido tratada con anterioridad por centristas a la violeta y progresistas de salón. El PNV ha vivido, vive y vivirá la independencia –y el genocidio subyacente– como un proceso hegeliano, en cuyas etapas intermedias engaña a quien quiere dejarse engañar. No faltan los que tildan ahora al partido de Arzalluz de nazi, cuando hasta hace bien poco lo situaban en el frontispicio del progresismo y ser acomodaticio respecto al nacionalismo estaba considerado de buen tono.

El PNV no puede, no sabe y no quiere vivir sin ETA, que es emanación suya. Terrorismo nacionalista en estado puro. Los cafres actuales del coche-bomba son hijos de la progenie de Sabino, aunque les falte su acendrada fe de integrista católico. La tan predicada moderación del PNV es respecto a unos primos hermanos que pegan tiros en la nuca. ¡Menuda moderación!

De las declaraciones de Arzalluz no se deduce nada nuevo, ni nada bueno. En ese proceso, el PNV, con el cínico Ibarretxe, ha entrado –está ya– en la etapa de la independencia. Lo ha hecho, como punto sin retorno, con el acuerdo secesionista e imperialista del Parlamento vasco. De ahí que la ilegalización de Batasuna la contemple Arzalluz como “imposición del Parlamento español” y de la “mayoría española” sobre “la nación vasca”. Casus belli. Los estultos dirán que esto es el lenguaje de Batasuna. No, es el lenguaje del PNV. Batasuna y ETA son su efecto. Por eso el PNV hace causa común con su criatura.

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