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Enrique de Diego

El retorno de la demagogia

Una de las claves de los últimos tiempos es la vuelta rampante de la demagogia. Retorna un tardomarxismo, con tendencias autoritarias y con respaldo de una parte de la población, pues antiguos golpistas han llegado al poder por las urnas. Como el totalitarismo anterior, esta fórmula abreviada, que sigue teniendo una concepción instrumental de la democracia, es un invento exportado de lo peor del primer mundo. Es la plasmación práctica de los complejos de culpa de los intelectuales occidentales, y de su continua aversión al sistema democrático y capitalista. Hace unas décadas eso se traducía en la adoración por los sandinistas, ahora en la complacencia con Hugo Chávez o la confianza taumatúrgica en la “revolución tranquila” de Lula.

Ahora no se va hacia la sociedad sin clases, y la dictadura del proletariado, porque ha fracasado. Simplemente no se sabe a dónde se va. El cientificismo anterior ha dado paso a la simple verborragia. Chávez es el ejemplo paradigmático por su compulsiva afición al discurso vacuo. El trasfondo es mercantilista. Se mantienen y se incrementan los privilegios de los grupos de presión, y especialmente los de los militares. Y, como siempre, esta izquierda inconsistente y demagógica es muy bien vista en una buena parte de los medios de comunicación, porque, como siempre, en el tercer mundo, y en ese lamentable caos de complejos y tópicos que es Iberoamérica, se adora y se da carta de naturaleza a todo aquello que los europeos dicen pero no practican, porque no va a ningún lado. Ese discurso de lo políticamente estúpido que domina las líneas editoriales para que no las lea nadie, pero que termina incendiando como yesca a naciones que prefieren la demagogia a la responsabilidad y los prejuicios del resentimiento a las ideas.

La reacción frente a este callejón sin salida se está produciendo en Venezuela, donde la sociedad civil rechaza el suicidio caudillista. Por eso se está intentando que fracase la revuelta. España, de nuevo, se muestra falta de una política exterior que responda a principios morales. De nuevo los demócratas están solos en su lucha contra esta mezcla de demagogia y de fascismo. Contra este revival mussoliniano. El nuevo y rancio peligro.

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