Entre las cosas más curiosas y chocantes de la nueva etapa de Rodríguez Zapatero es su apuesta por la antiglobalización, preanunciada en artículos de Leire Pajín levitando tras el hapening de Porto Alegre y por los gestos de viejo rockero de Pasqual Maragall. Podría hablarse de giro a la izquierda, incluso de vuelta a la reacción marxista-leninista, si no estuviéramos ante estrictos espasmos. Algo así como lo de los chicos del sesenta y ocho que iban muy deprisa a ninguna parte.
Que el partido socialista haya salido en defensa de los antiglobalización porque se haya dicho que, entre ellos, hay batasunos, como si se hubiera puesto en duda la virginidad de una doncella con hijab, no sólo es una estupidez, es peor aún: una negación de la realidad.
Sobre los reaccionarios de los antiglobalización, residuos del periclitado marxismo, y sus líderes, salidos de la hibernación de la edad de las cavernas, conviene precisar que son una ínfima minoría, que simplemente conoce la reverencia que mantienen hacia la violencia muchos medios de comunicación (manifiestamente las televisiones, en busca de imágenes impactantes) y toda la izquierda. Hace poco en una ciudad importante y muy poblada de la Comunidad Valenciana se presentaba el “movimiento antiglobalización”. El día era muy soleado. En domingo. Alcalde del PSOE. Asistieron no una ni dos, ¡tres personas! Por supuesto, la foto –bastante recortadita– fue publicada en todos los periódicos y los protagonistas, entrevistados por todo el mundo.
De hecho, reúnen a unos pocos miles de jóvenes de toda Europa, en un turismo de protesta, que no debe ser de los desheredados, pues se necesitan algunos medios, no al alcance de todas las fortunas. Que el PSOE apueste por esta minoría radicalizada y violenta, que ha protagonizado tomas de ciudades con estilos bastante peores que los hooligan, muestra que la izquierda anda sin norte, no transita por la tercera vía sino por los caminos trillados de siempre, por el exiguo marxismo sociológico. Cualquier día de estos Zapatero propone embalsamar a Lenin.
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