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El Partido Popular no mantiene los mismos criterios en el País Vasco que en Cataluña. El PP ha detectado que el error de nuestra transición fue la cesión permanente respecto a los nacionalismos y ha identificado convenientemente que el origen de la violencia es el nacionalismo, su programa máximo, incluso su visión tribal del mundo de forma que los derechos se reducen a la especie concentrada en los miembros puros de la etnia o de la lengua. Sin embargo, está contra el nacionalismo vasco no contra el nacionalismo in genere. Cae en el mismo error que dice combatir, incuba latente la esquizofrenia patente del partido socialista. El PP persigue al PNV y consigue que salga por la puerta falsa de la Internacional Democristiana, en proceso de reconversión a Centro Reformista, o sea, a liberal, porque el liberalismo -la liberalización- es hoy el centro. Arturo Mas se muestra favorable a la autodeterminación y no es contestado desde el PP. Los populares resisten a la euskerización de los tribunales de justicia vascos, pero se muestran lanares ante la catalanización de los juzgados catalanes. La libertad está amenazada antes que la vida en el País Vasco y entonces Aznar reclama la movilización social como en Belgrado contra Milosevic. La libertad está amenazada en Cataluña, pero Aznar no ve, no oye y no dice nada. Hay un nacionalismo malo pero hay un nacionalismo bueno.

Es un error de relativismo intelectual y de relativismo moral. Un sacrificio en el ara de la estrategia o de la táctica. Es, además, una herencia de la obligada relación preferencial con el pujolismo de la mayoría minoritaria. Es, en cualquier caso, un tacticismo: el sometimiento de los principios éticos a la consecución de un fin político. En este caso, aislar al PNV, el nacionalismo malo, a costa de añadir un plus de legitimidad a los nacionalismos buenos. Pero el argumento es una agresión a la lógica y una esquizofrenia ética. O es el nacionalismo excluyente -venga de donde venga- el que debe ser denunciado, o la parábola arzalliana del árbol y las nueces tiene un efecto perverso indirecto: son los nacionalistas catalanes (con menos carácter o carácter distinto para empuñar la pistola, aunque lo han hecho) los que recogen nueces del árbol vareado, en inmunidad a su profundización nacionalista.

En el País Vasco, el PP se contrasta con el PNV. En Cataluña, se mimetiza. En el País Vasco, alza la voz aún a costa de la vida en defensa de la libertad. En Cataluña, calla. Alexis de Tocqueville denunciaba la dictadura (silenciosa la llamó Federico Jiménez Losantos) que desarma toda resistencia. El nacionalismo tutor. Leo que los nuevos terroristas etarras están “desideologizados” (sic) y sólo creen en “la acción directa”, como si eso no fuera una ideología totalitaria. El nacionalismo es el último reducto de los asesinos.

El PP cede en Cataluña lo que trata de recuperar en el País Vasco. ¿Por qué lo que sería malo en el País Vasco es bueno en Cataluña? ¿Por qué Arzallus es malo proponiendo la autodeterminación y Mas es bueno? Son preguntas que los estrategas del PP parecen incapaces de responder. Aznar propone un lehendakari constitucionalista para el País Vasco, pero sus votos son ya determinantes en Cataluña. ¿Por qué no ejerce su poder? ¿Por qué permite que se erradique el castellano? ¿Por qué
no defiende la libertad amenazada?. Los ciudadanos le dieron a Aznar la mayoría absoluta para que pudiera dar una respuesta coherente a esas preguntas.

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