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Enrique de Diego

La apelación a la violencia

El lenguaje bélico de El Corán es de inusitada violencia, establecida como voluntad de Alá. “Yo estoy con vosotros. ¡Consolidad en sus puestos a quienes creen! Arrojaré el pánico en el corazón de quienes no creen! ¡Golpeadlos encima del cuello! ¡Golpeadlos en la yema de los dedos!” . Hay un ensañamiento genocida: “No es propio de un Profeta tener prisioneros hasta que haya recubierto la tierra con los cadáveres de los incrédulos” . Hay con frecuencia una exaltación de la venganza y escasos sentimientos humanitarios como cuando exclama “¡Dios los mate!” con referencia explícita a los judíos y los cristianos . “¡Profeta! ¡Combate a los infieles y a los hipócritas! ¡Sé duro con ellos” . Todo en una ambientación de subido tono providencialista: “si cesáis en la lucha, será mejor para vosotros; si la reanudamos, la reanudaremos; no os servirá de nada vuestro número aunque sea grande: Dios está con los creyentes” .

El Antiguo Testamento está lleno también de batallas y de intervenciones bélicas providencialistas de exterminio, como contra los moabitas. Hay una diferencia en esa violencia divinal —execrable en cualquiera de los casos—, pues en el caso hebreo está relacionada con la tierra, con una promesa, restringida a un territorio, y como preservación del pueblo elegido; pero en el caso de Mahoma está relacionada con la fe. Apenas si contempla otra forma de conversión que a través de la imposición violenta y se trata de un designio universal: “¡Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día ni prohiben lo que Dios y su enviado prohiben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidlos hasta que paguen la capitación personalmente y ellos estén humillados” . “No hay ciudad a la que nosotros no aniquilemos o atormentemos con terrible tormento antes del día de la Resurrección. Eso está en el Libro, escrito” . La santificación de la guerra, en el sentido comúnmente entendido, es un estado permanente.

¿Sobre qué sustenta Mahoma la autoridad de su posición religiosa? Sobre la violencia. La suya es una teología de la guerra: es ésta la que justifica en sí el mensaje y es, a la vez, lo fundamental de él. Alá es grande y Mahoma su profeta, porque dan la victoria final sobre los incrédulos. Al contrario que los profetas anteriores, en cuya estela se sitúa como culminador, Mahoma no hizo milagros. De alguna manera asume los de sus predecesores, pero en su caso las pruebas de la fe son la espada y el libro.

Por supuesto, el argumento fundamental es que se trata de una verdad revelada. El principio de la existencia de una revelación se acompaña con frecuencia del criterio de que esa verdad es manifiesta, de manera que la ausencia de reconocimiento —la falta de fe, la incredulidad— constituye un pecado, una perversión, un yerro moral que con frecuencia es consecuencia de una depravación de la conducta. A esa cuestión apunta la diferencia establecida por San Pablo entre el hombre viejo y el hombre nuevo, o la aseveración de que el hombre carnal no puede conocer las verdades divinas. La consideración de la incredulidad como una especie de ataque al contenido de la fe es habitual en las religiones, pues se considera que pone en cuestión el carácter manifiesto, obvio, de la verdad en sí. Este argumento ha llevado con frecuencia a fórmulas autoritarias por las que se trata de someter al incrédulo o de eliminarlo, considerando que la unidad en la creencia confirma su veracidad.

La diferencia entre fe y razón no existe en el texto canónico islámico. Aunque el Corán abunda en dicotomías excluyentes, sin zonas intermedias de neutralidad, casi todas ellas se basan precisamente en el hecho de que la única razón posible es la fe. De forma poética y algo elíptica el arabista francés Louis Massignon decía que al judaísmo le caracteriza la esperanza, al cristianismo la caridad y al islamismo la fe. La fe lo es todo. Entendida como obediencia. De hecho, no hay humanidad fuera de la fe. El no musulmán no pertenece a la especie humana. “La idolatría es peor que el homicidio” . “Matadlos hasta que la idolatría no exista y esté en su lugar la religión de Dios” . La apologética de Mahoma se basa en la violencia y en la belleza del Corán. Es una religión cuya coherencia es un autoritarismo circular, no deja resquicio para la tolerancia. Ibn Warraq describe bien este blindaje hacia la crítica que fundamenta el totalitarismo islámico: “La verdad ha sido revelada de una vez por todas, imposible discutirla, relativizarla o incluso reflexionar sobre ella. El Corán se pretende eterno. Cada uno debe obedecer con cuerpo y alma, pues por el contrario las sanciones serán terribles. En estas condiciones, intentad exponer la menor ironía, el menor espíritu crítico, la menor puesta en duda de orden histórico o filológico...” .

1 Azora 8, 12
2 Azora 8, 68
3 Azora 9, 30
4 Azora 8, 74
5 Azora 8, 19
6 Azora 9, 29
7 Azora 16, 60
8 Azora 2, 187
9 Azora 2, 189
10 Ibn Warraq, autor de Pourquoi je ne suis pas musulman, Editorial L’Age d’homme. Entrevista en Le Figaro Magazine, 6 de octubre de 2001.

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