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Enrique de Diego

Las tramas y la cultura del pelotazo

La corrupción política en España no hubiera sido posible sin la existencia de tramas que van más allá de los políticos profesionales. Implican a funcionarios, inspectores de Hacienda, periodistas y aledaños cualesquiera del poder. Sobre todo ese mundo no se ha producido en ningún momento catarsis alguna. Se supo, por ejemplo, que una docena de periodistas cobraban de los fondos reservados pero nunca se dieron a conocer sus nombres. Por esa línea se ha generado un ambiente enrarecido en el que, a la vista de la impunidad, personas de uno y otro sector han optado por el enriquecimiento fácil y el pelotazo.

Lo más desalentador de Gescartera es que no se trata de una estafa en el sentido clásico, ni de un timo alambicado, sino un episodio más de la cultura del pelotazo. La requisitoria contra el aznarismo que plantea Gescartera es que el PP no ha producido un cambio de mentalidades, ni una regeneración ética, sino que en Gescartera vale aquello de que Dios los cría y ellos se juntan. El ventilador vale si no sirve como parapeto de los propios. La naturaleza humana no está inmune nunca al error, al mal y la corrupción, pero cuando los poderosos de ayer y los poderosos de hoy coinciden en tramas comunes, cuando los perseguidores de ayer aparecen entre los corruptos de hoy es que la regeneración no ha pasado de la retórica. El discurso de Vicente Martínez Pujalte es, en ese sentido, la peor acusación de fondo, moral, hacia el propio PP, aunque Aznar no la escuchara, altivamente ausente del hemiciclo para no mezclar su figura con las miserias humanas.

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