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Enrique de Diego

Lecciones sociales y políticas del fútbol

El fútbol, como fenómeno de masas, es un reflejo de la sociedad. Toma obviedad. Bueno, la Primera División española ofrece algunas lecciones interesantes. En primer lugar, el Real Madrid. Era notorio que al equipo blanco le era necesario reforzar su defensa y, sobre todo, conseguir un buen central, que asegurara la sucesión –ahora que tanto se habla de esto– de Fernando Hierro.

Eso era lo que dictaba la realidad, y por ende el método prueba-error. Pero hoy en día pesa mucho la imagen. El celofán en vez del contenido. El fútbol es, en ese sentido, el último sector económico que vive en la burbuja de las expectativas y ese clima de fraude colectivo encubierto bajo la palabra márketing. La taquilla es hoy uno de los cauces menores de ingresos de los clubes, que viven de los “derechos de imagen”, de las televisiones y de los souvenirs. Es predecible una crisis, un ajuste entre las expectativas y la realidad, que ya ha empezado a producirse en Italia. Por eso juega Mijatovic en el Levante.

Fichar a Ronaldo resultaba más atrayente que ir a lo eficaz y seguro, a pesar de que, con Figo, Zidane y Raúl, incluso con Guti, Morientes y Solari, el Madrid tenía la delantera bien surtida. Notorios los méritos de Ronaldo, el mismo fichaje era de alto riesgo por las lesiones del crack braliseño en la rodilla. Pero generaba publicidad, portadas en los medios y, sobre todo, venta de camisetas e imagen. Era esperable que le costara acoplarse a un equipo que no estaba ni mucho menos en crisis y que plantearía problemas al conjunto de la plantilla en la línea que estaba mejor cubierta. Fue el triunfo de la imagen, de la expectativa sobre la eficiencia. Aunque el Madrid no puede decirse que esté en crisis, no tira precisamente tracas.

Por otra parte, no se ha producido reacción alguna de los equipos vascos de la Primera División española respecto a la propuesta soberanista de Juan José Ibarretxe. Y les va mucho en ello, porque a sus empresas les afecta directamente. Lo curioso de algunos nacionalistas es que son partidarios de la independencia sin analizar sus consecuencias racionales. La generación de una primera división vasca sería un desastre económico para esas entidades. En hipótesis, para formar una primera división euskérica deberían sumarse varios equipos de tercera división y primera regional preferente, de la actual Liga española. Los futbolistas de primer, y aún de segundo nivel, tendrían que emigrar. El dinero de Euskaltelebista no daría para mantener ni los actuales estadios. La Real o el Bilbao no harían taquilla jugando con el Lequeitio o el Universidad del País Vasco. El horizonte sería Malta o Chipre.

Si el Madrid no está en crisis, el Athletic de Bilbao sí lo está. De manera muy clara esta temporada. En realidad, lleva más de una década sin contar ni para jugar la UEFA. Ahora lucha para salir de puestos de descenso. Es el fracaso de un principio racista, no agresivo, pero sí excluyente. En ese equipo sólo pueden jugar futbolistas “vascos”. ¡En la Europa sin fronteras! Es un criterio de cantera, pero también étnico. No pueden jugar ni Roberto Carlos, ni Makay, ni Saviola. Si el equipo de Turingia funcionara con esos criterios sería considerado racista, sin ambages. En este caso, se trata de una tradición. Una tradición no renovada y asumida acríticamente, que ha anquilosado su esquema de juego, haciéndolo soso, sin aportar creatividad. Sin embargo, el entrenador es siempre extranjero. Curioso.

La Real Sociedad seguía el mismo criterio reduccionista, pero lo ha ido cambiando. Y en esta temporada, lo ha roto. Hay mucha más competencia, mucha más movilidad y menos fronteras en el fútbol, y la Real Sociedad lo ha asumido. Va primera en la clasificación y ha vuelto la pasión a la grada, aventando el sufrimiento y pesimismo anteriores. El Alavés nunca mantuvo el criterio étnico. En los últimos años, ha contado siempre, ha estado arriba, ha jugado en Europa.

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