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Enrique de Diego

Los errores de Estados Unidos

El actual equipo de Bush tiene en su contra el nefasto precedente de la guerra del Golfo, cuando, bajo mandato de la ONU y de la mano de las petromonarquías, decidió dejar en el poder a Sadam Hussein para no mezclarse en la política interna iraquí ni dar bazas al vecino Irán. Esa falsa prudencia costó muchas vidas humanas, como miles de kurdos asesinados mediante un indiscriminado bioterrorismo. De aquellos polvos vienen estos terribles lodos que han sepultado a miles de personas en las Torres Gemelas.

Algunos de aquellos errores pueden estar reproduciéndose. Por ejemplo, la incidencia en el mandato ONU, reforzada por el estrambótico Premio Nobel, cuando las divisiones ¿humanitarias? de una organización donde toda tiranía tiene su asiento han sido cómplices de las lesiones a los derechos humanos —y específicamente a los de las mujeres—, perpetradas por los talibán.

Por ahora, frente a unos tiranos consumados, de chiste y de tragedia —que prohiben volar cometas o criar palomas como riesgos terribles para el Islam—, el gobierno norteamericano no parece estar ganando la batalla de la propaganda. No se ha sabido desacreditar lo que de burda manipulación representa la cadena de televisión Al Yazira. Ni se ha explicado el régimen de terror talibán. En lo que va de “guerra” lo que sí se ha conseguido es diabolizar a la Alianza del Norte, que, por mucho que se diga, son por de pronto los únicos dispuestos a luchar. ¿Quién va a entrar en Kabul? ¿Los marines?.

Es un error de partida establecer como casi el único objetivo a Osama ben Laden, pues eso sitúa a los talibán poco menos que en el papel de inocentes víctimas. Hubiera sido preciso un mensaje de liberación del pueblo afgano; algo que empieza a señalar el secretario de Defensa, quien, por el momento, es el que parece más sólido.

La dependencia de Colin Powell respecto a Pakistán introduce un elemento de relativismo moral similar al de la guerra del Golfo, porque Pakistán es una tiranía y no puede contemplarse según esa repetida patraña de los países “árabes moderados”. Hay moderaciones que matan con la sharia. El presidente pakistaní no tenía otro remedio que ayudar, pues él es quien tiene un grave problema interno de desestabilización. De paso, Powell parece dispuesto a incendiar Cachemira, abriendo nuevas vías de conflicto.

En muchos aspectos, estamos asistiendo a una guerra “políticamente correcta”. Lo manifiesta esa extraña combinación de bombas y raciones de comida. ¿No deberían ser los talibán quienes alimentaran a su población? ¿O la misión de su gobierno es sólo llevarles al cielo con barba y burka, y muertos de hambre? También el hecho de que escapara el imán Omar —un ser sanguinario cuyas fechorías contra la población civil apenas si se han explicado— porque un general temió que la comitiva en la que huía fuera una caravana humanitaria. Otra manifestación de “corrección política” es la actitud de Powell, centrada en organizar el día después, cuando de momento estamos en el día antes. Es lo de vender la piel del oso antes de cazarlo

Según la prensa norteamericana, existen en el equipo Bush dos bandos con concepciones distintas de la estrategia. Uno, liderado por Donald Rumsfeld y otro por Colin Powell. El primero es partidario de avanzar y el segundo de ralentizar para seguir con pies de plomo por la vía diplomática, en la que al final se va de la mano de los que han montado, impulsado y financiado al terrorismo.

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