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Enrique de Diego

Matar de ayuda humanitaria

A la mentira comunista ha seguido la estupidez postcomunista, osea, lo políticamente correcto: comunistas vergonzantes más católicos acomplejados de corte integrista. Una de las expresiones de esa beata manifestación de complejos de culpa es la ayuda humanitaria. Oficina de colocación de gente bienpensante con fondos públicos. Matar de ayuda humanitaria es una de las formas de tranquilizar las conciencias pero de conseguir que los pobres no abandonen nunca su situación. Un colonialismo moral. La peor de sus fórmulas.

La ONU hace urgentes llamadas a la generosidad de los estados para acudir en socorro de Afganistán. No desde las ciudades afganas, sino de los enmoquetados despachos de quienes cada vez que intervienen no es que produzcan efectos perversos, sino dramáticas tragedias. Ninguna noticia peor para los afganos que la vuelta de los funcionarios de Naciones Unidas. La plaga de la langosta es menos letal.

Lanzar sobre una nación tal cantidad de buena intenciones tiene las siguientes consecuencias, fáciles de entender si no se ha perdido el sentido común o no quiere hacer uno negocio o resolverse la vida en nombre de los pobres:
Los bienes son repartidos gratuitamente. De esa forma ni los agricultores ni los ganaderos pueden sostenerse con tal competencia desleal. Sus productos no pueden llegar al mercado. Consecuencia: agricultores y ganaderos se empobrecen y pasan a ser objeto de la ayuda humanitaria, que es de lo que se trata.
Dejan de existir la agricultura y la ganadería. Se abandonan las infraestructuras fundamentales, quizás centenarias, que permitan mantener esos sectores de cara al futuro.
Mercados y zocos se encuentran de repente suplantados por funcionarios internacionales dedicados a repartir la ayuda gratis, contratando a algunos lugareños, convertidos a su vez en funcionarios. Las familias de los comerciantes, sin embargo, se empobrecen. Más gente a los que atender con la ayuda humanitaria.
Ladrones, ganapanes y corruptos en general depredan parte de los bienes de la ayuda humanitaria. Mafias controlan la distribución o someten a coacciones a la población para generar formas de monopolio y enriquecimiento rápido. Se genera un mercado negro con precios prohibitivos.
En situaciones extremas, ese dinero fácil, al pairo de las ayuda humanitaria, sirve para armar a bandas con capos o señores de la guerra que intentan imponerse al resto de la población. Muchas guerras civiles se han financiado con ayuda humanitaria (vg., Somalia), muchos genocidios han sido más completos gracias a ella (vg., Ruanda).

Matar de ayuda humanitaria es una de las modas occidentales, fruto de una compasión peligrosa y remedo de la caridad (no hay programa que no se legitime haciendo alguna gala benéfica cuyos fondos nunca o casi nunca llegan a los pobres). Es la especialidad de la ONU. Un ejemplo gráfico: con dinero internacional se les construyó a los talibán el estadio de fútbol en el que se practicaban las ejecuciones públicas. ¡Pobre Afganistán, llega la ONU con sus ejecutivos talibán de la ayuda humanitaria! Dan buenas tomas en televisión a la hora del almuerzo occidental. Los afganos nunca levantarán cabeza. Ojalá la Alianza del Norte haga el menos caso posible a los monárquicos y aristócratas de la caridad pública.

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