Menú

La cuestión clave de las últimas elecciones vascas fue la concentración del voto nacionalista en la coalición PNV-EA. Es decir, el trasvase de papeletas de Batasuna hacia el PNV, en un porcentaje abrumador del 40 por 100 y del 50 por 100 de la representación. En términos políticos, Batasuna ha caído en una marginalidad insospechada desde su creación, de forma que el recurso para mantener presencia es dedicar todas sus fuerzas a la kale borroka. Ese es el proceso sin medias tintas en el que estamos. De repetirse estos resultados en unas elecciones municipales, el poder local de Batasuna se resquebrajaría de manera irreversible.

Además, vienen produciéndose escisiones y rupturas como la de Aralar, y ahora la aparición de una nueva corriente alavesa sin rostro, cuyo diagnóstico coincide de pleno con el que hace el PNV y aún más con el de EA. No sería extraño que al final estos náufragos, opuestos a la violencia o lucha armada, recalaran en la casa común de Sabin Etxea. En el esquema paranoico del terrorismo, el PNV, para consolidar su poder en riesgo por el ascenso de la alternativa constitucionalista, está entrando en corral ajeno. Ya se sabe que Caín, al final, se muestra dolido y receloso hacia Abel, por mucha hermandad de sangre e ideológica que se proclame. Los matones terminan siempre buscando el monopolio.

Este verano la violencia callejera está siendo más intensa que nunca, como forma de acostumbrar a los cachorros al terrorismo, pues no otra cosa es el atentado contra los dos ertzainas. El gobierno vasco se está negando a reconocer la realidad, como inercia de los pactos de la legislatura pasada. Cuando Javier Balza sugiere a los sindicatos policiales que silencien sus críticas para no enseñar los puntos débiles, ha de referirse a su política, pues él es el punto débil por antonomasia. Quien ha protagonizado la política de vista gorda hacia los chicos de la gasolina y la violencia de baja intensidad es difícil que encabece la necesaria represión del delito.

Tanto tiempo diabolizando la solución policial, explica la lentitud con la que se está asumiendo que la Policía está para actuar, no para caer en emboscadas. Que la Policía está para detener a los delincuentes y proteger los derechos y libertades de los ciudadanos. Sin partidismos, pues una Policía partidista, simplemente no es una Policía: Balza gobernó con los que ahora queman a sus policías. Hay cosas que no se resuelven con el “diálogo” sino con eficacia policial. Lo demás es marear la perdiz.

Temas

En España

    0
    comentarios