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Enrique de Diego

Tusell, fuera de la “tercera vía”

La conversión del partido socialista hacia el liberalismo, incluso bajo los subterfugios de republicanismo y laicismo, representa una novedad intelectual relativa. Llega con más de un siglo de retraso. Puede tener interés ad intra del socialismo español pero carece de él en un plano general, puesto que la consideración de la libertad como criterio fundamental respecto a cualquier otro o la igualdad de todos ante la ley como principio básico del derecho, frente a la homogeneización o el igualitarismo, son cuestiones en las que Rodríguez Zapatero y Jordi Sevilla no son ni pioneros, ni abanderados, sino simples neófitos.

No van en la escapada, sino para que les recoja el coche escoba o para ser descalificados por entrar fuera de tiempo. Aún les quedan muchos libros por leer y muchas horas por pensar para ofrecer algo más coherente, sólido y profundo. Mi preocupación, con todo, es qué papel, oficio o beneficio les va a quedar a los cazarecompensas de liberales como Javier Tusell, como paradigma de todos los sesudos colaboradores de El País dedicados a diabolizar un liberalismo por el que ahora entra el PSOE reclamando incluso los orígenes de un cierto anarquismo, enemigo del Estado como instrumento de opresión de la burguesía (no lo digo por Polanco).

Nuestro fustigante intelectual de la nada podría dedicarse a la historia, donde hasta el momento sólo ha ofrecido productos apresurados e insustanciales, para hacer algo de provecho, abandonando sus estrategias a lo Queipo de Llano y sus acendrados tics inquisitoriales. Después de haber sido rechazado por el PP en su oposición a intelectual orgánico, y de ser abandonada ahora su monserga por el PSOE. Tusell podría tener la decencia intelectual de ingresar en La Trapa, como católico oficial que se pretende (ciego y guía de ciegos), con estricto voto de silencio para purgar sus pecados por tanta estulticia vertida con ínfulas de Torquemada.

Tusell no tiene ya quien le escuche como remedo de guerrista o como Maritain de cuarta o como Mounier de octava. Salvo Iñaki Anasagasti que le hizo los honores de la cita en el debate del estado de la nación, sonando como si fuera un presocrático o un freire medieval o un brujo de las cavernas. Pero toda vez que Anasagasti se quiere independizar sin tapujos, no le va a quedar a tusellone nadie en España para la égloga ni el ditirirambo.

Ahora que los liberales ya no son brujas, y aún somos los adalides y hermanos mayores de la tercera vía, no sé qué va a cazar si no son gamusinos o basiliscos este espíritu censor. Menuda se la han hecho a Tusell dejándole en la estacada, tras años de señalar a los herejes liberales. Lo mismo cualquier día de estos le vemos enarbolando la bandera de la ortodoxia liberal y denunciándonos a los demás por tibios.

O la Trapa o el trepa, porque en el liberalismo no hay una ortodoxia. No hay, pues, plaza para tuselles inquisidores. Algunos llevan toda la vida equivocándose, pero no tanto como Tusell. No es un lastre para la izquierda, es una lapa.

En España

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