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Enrique Navarro

Chiitas y sunitas: la madre de todas las batallas

Europa y Estados Unidos podrían decidir salirse del problema, pero esto implicaría tener un problema de mayor entidad a medio plazo.

Europa y Estados Unidos podrían decidir salirse del problema, pero esto implicaría tener un problema de mayor entidad a medio plazo.
Protestas Chiítas contra Arabia Saudí | EFE

Todo lo acontecido en las últimas cinco décadas en Oriente Medio no podría explicarse sin comprender el recrudecimiento de este conflicto histórico, casi medieval, que no ha sido superado por una legión de países que continúan viviendo en los tiempos oscuros de la Alta Edad Media, entre chiítas y sunitas.

El mundo musulmán está dividido en dos sectas que, según la historiografía, nacieron de un conflicto sucesorio por la herencia intelectual de Mahoma, hace mil quinientos años. La realidad, como siempre ocurre, es que lo político es embadurnado del componente religioso, que sin duda tiene un impacto social más manipulable que las ambiciones de poder de unos gobiernos despóticos, si utilizamos los baremos occidentales.

Arabia Saudita sabía perfectamente que la ejecución del líder chiíta el pasado sábado iba a producir una respuesta violenta en Irán, donde cientos de jóvenes prendieron fuego a la embajada Saudí en Teherán, seguramente con la connivencia de las autoridades del régimen de los ayatolás, como otras tantas veces había ocurrido. Las declaraciones de los líderes iraníes han azuzado más el fuego al considerar como mártir a quien a ojos del régimen saudí es un terrorista, lo que no ha ayudado a templar los ánimos.

El ministro de Asuntos exteriores de Arabia Saudita Adel Jubair anunciaba este domingo la ruptura de relaciones diplomática entre su país e Irán y se daban cuarenta y ocho horas a los diplomáticos iraníes para dejar el país, una vez que los miembros de su legación en Teherán habían aterrizado en Dubai. Esta ruptura de relaciones podría ser el hecho político más grave acontecido en la región en los últimos veinticinco años, desde la invasión iraquí de Kuwait.

A pesar de que el ministro del interior iraní Hossein Zolfaqari reclamaba que la policía había detenido a unos cuarenta manifestantes para demostrar la oposición de las autoridades iraníes al incendio de la embajada, los propios líderes iraníes en sus tweets alimentaban más el fuego al referirse a líder chiíta ejecutado, Nimr como un mártir y poniendo su nombre a una importante calle de Teherán, mientras se anuncia por el propio líder religioso iraní que la venganza divina caería sobre las autoridades de Riad.

Nimr estaba entre las 47 personas ejecutadas por muy diversos cargos, desde acciones terroristas de miembros de Al Qaeda a opositores políticos. El principal cargo contra el líder chiíta fue de terrorismo aunque nunca parece que estuvo envuelto en una acción armada habiendo destacado por promover la igualdad entre chiítas y sunitas en Arabia Saudita. Pero Arabia es un estado que siempre está atenazado por su estructura política casi tribal y las declaraciones de los jóvenes manifestantes aludiendo a que Allah detendrá y castigará a los responsables saudíes han sido suficientes para esta escalada que todavía continuará creciendo en los próximos días.

Estos hechos han tenido una expansión inmediata. Así en Líbano el líder de Hizbulla Hassan Nasrallah dijo que la ejecución de Nimr nos ofrecía la cara opresiva, terrorista y criminal del régimen saudí. Mientras las cadenas de televisión de Arabia y Emiratos están mostrando la crueldad del régimen iraní condenando a muerte a 27 jóvenes sunitas, lo que muestra la gravedad de la escalada del conflicto y Obama alude a la necesidad de no interferir en la política interna de los países.

Ya escribía hace meses que la Guerra de Siria podía ser el comienzo de la Tercera Guerra Mundial y que dados los diferentes y a veces enfrentados intereses de la contendientes en Siria, cuando la situación pareciera decantarse por un bando, las fuerzas oscuras volverían a hacer acto de presencia para evitar que el enemigo real, ya sea la oposición sunita o el gobierno pro iraní de Asad se haga con el poder en Siria.

No cabe duda que la intervención rusa en apoyo de Asad está consiguiendo sus objetivos militares y políticos, y que estos ataques se dirigen primordialmente contra la oposición sunita apoyada por Arabia Saudita, Turquía y durante mucho tiempo por las potencias occidentales. Poco importaba que algunos de estos grupos opositores estuvieran ligados a Al Qaeda, ya que una vez más los intereses superiores aniquilaban a los de menor entidad.

Arabia Saudita se había mostrado no sólo escéptica sino directamente afectada por los acuerdos entre Irán y Estados Unidos. Arabia es la principal amenazada por la capacidad nuclear iraní y esta apertura de Irán unido al hecho de su involucración en la guerra contra el ISIS le había dado al régimen iraní un cierto reconocimiento occidental y la apertura política y comercial entre Irán y el mundo occidental, lo que significaría de revitalización del mayor gigante económico de la región.

Esta condena se ejecutó cuatro días después de la visita de Erdogán a Arabia en la que ambos países acordaron intensificar su colaboración militar para acabar con el régimen de Asad. El presidente turco sabedor de que las condenas se ejecutarían, no sólo visitó el país sino que con ello certificó que su alianza con Arabia Saudita es más fuerte de lo que pudiera parecer y que la connivencia de intereses es creciente, especialmente después del enfrentamiento con Rusia, y que los enemigos de ambos estados comienzan a ser comunes: Asad, los kurdos, Irán, Hizbulla. Veremos como el Estado Islámico intenta sacar partido de esta situación sacando pecho de su reivindicación sunita como origen del movimiento terrorista nacido para contrarrestar la creciente influencia chiíta e iraní en Irak y por tanto compartiendo intereses comunes con los estados sunitas.

El Presidente Erdogán y el rey saudí Salman discutieron la importancia de la colaboración militar y política y resaltaron la amistosa relación personal entre los líderes, que ha mejorado a lo largo de 2015 tras la rápida llegada a Riad de Erdogán al conocer la muerte del anterior rey de Arabia Abdala en enero; y que regresó al país en marzo para certificar el buen estado de relaciones bilaterales. Ambos países han decidido crear un consejo bilateral de cooperación estratégica que incluye colaboración en materia antiterrorista, militar, comercio y energía. Ambas partes manifestaron su clara confluencia en el conflicto sirio y en la necesidad de deponer a Asad, y lanzaron un mensaje de unidad del mundo árabe frente a la interferencia rusa en el conflicto.

Esta ruptura de relaciones va a producir efectos diplomáticos y políticos inmediatos, que van a afectar sin duda a los distintos conflictos militares que permanecen en la región. Por una parte Hizbulla y Bahrein se van solidarizar con Irán, y aunque no son países ni organizaciones poderosas, ya hemos visto que no hace falta mucho dinero ni una gran organización para golpear contra los intereses de cualquier estado o continente. El efecto más inmediato será en Siria donde la coalición occidental podría romperse en las próximos días cuando Turquía y Arabia lideren a las fuerzas sunitas que luchan en el país contra Asad, y eso podría incluir al Estado Islámico.

Rusia tiene sin duda grandes intereses estratégicos con Irán, pero su política va más allá de Oriente Medio. Para Putin todos estos estados son moneda de cambio; para el eslavo Vladimir que vive sobre un mar de petróleo y gas, estas guerras sólo sirven para mover sus peones en la esfera estratégica mundial.

Pero ahora Putin se encuentra en una posición de fuerza. Continúa enfrentado a Turquía por el derribo de sus aviones mientras atacaban a fuerzas opositoras en Siria y fortalece relaciones con Irán, y no olvidemos que el custodio del arsenal de uranio iraní es Rusia.

Sin embargo esta ruptura de relaciones podría avivar la posibilidad de un conflicto abierto entre Turquía y Arabia contra Rusia e Irán, y eso significaría la activación automática del artículo V de la OTAN y por tanto la entrada en Guerra de Europa y Estados Unidos. De esta dimensión es la gravedad de los acontecimientos.

La posición occidental en este galimatías no es fácil. Por una parte, el objetivo fundamental de nuestra estrategia pasa por derrotar la actividad terrorista que golpea en nuestras ciudades. Desaparecida esta amenaza o más bien dedicada a otros menesteres, Europa y Estados Unidos podrían decidir salirse del problema, pero esto implicaría tener un problema de mayor entidad a medio plazo. Optar por apoyar a sus aliados naturales podría enfrentarnos a Rusia, que en su nueva estrategia militar recién aprobada vuelve a situar a Estados Unidos y Europa como la principal amenaza militar como en los tiempos de la guerra fría. Rusia no dudará en dejar caer a Asad si puede obtener ventajas en otros territorios, y ahí es donde aparecerán los verdaderos intereses estratégicos rusos: Ucrania, Moldavia, estados bálticos y los estados del sur, especialmente Georgia. Rusia juega ya a gran potencia y saber mover bien sus piezas con una opinión pública que se siente revitalizada con este nuevo nacionalismo expansionista ruso.

Por un lado Arabia, Turquía, apoyados por Estados Unidos, Europa y seguramente Israel que se unirá a esta nueva coalición de intereses, y la gran mayoría de los países musulmanes; por otro Rusia e Irán. Este es el escenario del conflicto en el que China podría jugar el papel de árbitro; y ¿A quién le gustaría que los chinos resolvieran los problemas de la paz y la seguridad mundial?

Las nuevas autoridades de Arabia Saudita no están dispuestas a cejar en su empeño de acabar con los persas y tienen a una gran coalición de países e intereses detrás para terminar con el conflicto histórico, que en el fondo esconde la lucha por la hegemonía de poder en la región por los actores de siempre; saudíes, turcos y persas. Y todo esto en un año de elecciones en Estados Unidos y con un conflicto que podría alimentar las expectativas de Donald Trump de cara a noviembre. Que Dios nos coja confesados.

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