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Enrique Navarro

¿Debemos los españoles almacenar provisiones?

Rusia está empeñada en volver a ser la potencia que fue la URSS pero en un mundo mucho más vulnerable que el monolítico de la Guerra fría.

El Parlamento alemán acaba de aprobar el nuevo plan de defensa civil presentado por el gobierno de Ángela Merkel en el que entre otras acciones, se recomienda a la población almacenar agua y víveres para una potencial crisis y plantea reinstaurar el servicio militar obligatorio. Esta iniciativa ha recibido muchas críticas incluso dentro de Alemania; unas por la inoportunidad del momento, y otras por la exageración de la medida que pretende llevar a los alemanes una sensación de temor ante las amenazas que acechan y así devolver un protagonismo al gobierno alemán desbordado por la crisis de los refugiados.

Pero ¿está España al margen de las amenazas que han llevado al Parlamento alemán a aprobar un plan de emergencias que contempla entre otras medidas y ante una panoplia de potenciales amenazas, estar preparados para crisis que creíamos superadas? ¿O realmente se trata de medidas de maquillaje político ante la caída de popularidad de Merkel por el manejo de la crisis de los refugiados?

Lo cierto es que vivimos unos momentos de gran convulsión como no habíamos conocido desde el final de la Guerra Fría, que además se ven acelerados por nuevos fenómenos desconocidos con anterioridad a 1989 como los ciberataques y los atentados yihadistas en el corazón de Europa, sin ninguna restricción moral o límite.

De ninguna de las potenciales amenazas está España al margen; es más, en algunas de ellas nuestro posicionamiento en el mundo contribuye a que el nivel de riesgo sea mayor en nuestro país que en otras regiones.

La nueva guerra fría

A pesar de que la confrontación entre el comunismo y el mundo libre ya terminó, en el fondo ese conflicto ideológico enmascaraba las ansias imperialistas de las grandes potencias, y en particular de Rusia, que invadió media Europa e intentó por la amenaza poner a la otra mitad de rodillas mientras contribuía a su desestabilización mediante el apoyo a movimientos terroristas y la intromisión en la vida política de las democracias europeas de posguerra.

Rusia tiene abiertos varios frentes de preocupación para las cancillerías y las fuerzas armadas de Occidente. El más reciente se producirá en dos semanas en el sur de China cuando las marinas de Rusia y China desarrollen las mayores maniobras navales de los últimos años, apenas unos días después de que el tribunal de la Haya negase legitimidad a las reivindicaciones de soberanía de la República Popular China sobre algunos de sus vecinos como Vietnam o Filipinas. No parece que sea pura coincidencia que en medio de un deterioro de la situación en Corea del Norte con nuevos lanzamientos de misiles y el regreso a la retórica belicista, ambos gigantes, enemigos de antaño, se conviertan en aliados en el Pacífico asiático, la zona económica y militar más dinámica del mundo.

Rusia está también mirando al este y por eso en septiembre Putin espera ser invitado a la cumbre del G 20. Siguiendo a los dos anuncios en 2015 de integrar a Rusia en la Eurasian Economic Union y en el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, en la reciente cumbre Rusia-ASEAN celebrada en Sochi se acordó integrar la Eurasian Economic Union, la Organización de Cooperación de Shangai y la ASEAN, lo que significaría la primera unión económica mundial.

China es otro elemento de preocupación para los gobiernos occidentales. Desde que se descubrió que estaba construyendo islas artificiales para albergar bases navales y aéreas en zonas reclamadas por países como Filipinas, Malasia y Vietnam, la tensión no ha dejado de crecer. Mientras que la corte de arbitraje de la Haya ha rechazado las reclamaciones territoriales de China, Rusia se ha manifestado abiertamente a favor de su nuevo aliado, lo que ha originado airadas reacciones diplomáticas y movimientos militares entre sus principales oponentes en la región: Japón, Corea del Sur, Australia y sobre todo Estados Unidos.

También en Siria

Y esta colaboración con China ha llegado muy lejos. No solo celebraron maniobras conjuntas en el Mediterráneo Oriental el año pasado, sino que ahora el jefe de la delegación militar china en Siria, el almirante Guan Youfei, se ha reunido con el ministro de defensa sirio y asesores rusos para analizar cómo incrementar la cooperación militar entre los países, lo que significa una incursión cualitativa de enorme magnitud en el conflicto de Siria, donde ya dos países miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto apoyan militarmente al gobierno de Bashar al Asad.

De lo que está ocurriendo en Siria ya hemos venido comentando, pero se han añadido nuevos elementos de tensión en las últimas horas. Por una parte, el ejército turco ha penetrado con carros de combate y artillería en Siria en teoría para atacar las posiciones fronterizas del ISIS, aunque en el fondo su objetivo es evitar el avance de los kurdos con apoyo de Estados Unidos desde Manjib, recientemente conquistada al Daesh, hacia Jarablus. Si los kurdos toman el territorio del ISIS en la frontera turca, controlarán más del 80% de la línea separatoria entre ambos países, lo que es absolutamente inaceptable por Turquía. La situación podría devenir explosiva con aviones que se mueven a mil kilómetros de hora en un escenario bélico de unos cien kilómetros de diámetro, apenas 10 minutos de vuelo. Hace unos días dos aviones F-22 estuvieron a punto de derribar aviones sirios que se acercaron a apenas dos millas de sus posiciones. Las consecuencias de un accidente como éste serían sin duda explosivas y ahora vamos a tener más de diez fuerzas aéreas en una escasa zona de operaciones y con posiciones encontradas. Además este viernes el ejército turco en Siria ha abierto fuego contra las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos evitando su avance sobre zonas ocupadas por el Daesh. En definitiva, una guerra caótica.

Del acercamiento entre Rusia y Turquía se ha venido especulando mucho en las últimas semanas lo que ha originado algunos conflictos diplomáticos que esperemos se resuelvan en la visita de Joe Biden a Turquía en esta semana, pero lo cierto es que Turquía ofreció la base de la OTAN en Incirlik a Rusia para intervenir en Siria después de que el parlamento iraní denegara el uso de la base en Irán desde la que Rusia bombardeó Siria a mediados de agosto y que contravenía los acuerdos alcanzados con Estados Unidos. Ver a las tropas rusas de Putin usando una base de la OTAN no perece que haya sido bien visto por Estados Unidos, que al parecer ha sacado de la base casi 40 cabezas nucleares cuyo paradero actual se desconoce. Un activo demasiado peligroso para una región tan amenaza y un país tan convulso.

El tercer factor de desestabilización: Europa del Este

Por una parte la situación en Crimea se ha complicado tras la detención de militares ucranianos que realizaban misiones de sabotaje en la península. Esto ha provocado un fuerte despliegue de fuerzas rusas en la zona y una seria advertencia del Kremlin a la que Poroshenko ha respondido con el despliegue de carros de combate y artillería pesada en la frontera y decretando el estado de alerta en la región del Donbass.

Lo cierto es que Rusia y Ucrania están más cerca de romper relaciones diplomáticas que de continuar en la senda del proceso de Minsk, y a día de hoy Ucrania continúa sin dar el plácet al nuevo embajador ruso y el tono va subiendo cada día con renovadas amenazas y alegatos a favor de cada bando.

Pero en el interior de Rusia están ocurriendo fenómenos que claramente nos llevan a los tiempos más oscuros de la Guerra fría.

La amenaza rusa se percibe con mucha más nitidez en los países fronterizos europeos que sufrieron la invasión soviética durante cuatro décadas y ante reiteradas amenazas e incursiones de buques y aviones rusos, la OTAN desarrolla ya diversas misiones en defensa de los países bálticos, que se reforzarán con el despliegue de cuatro batallones de tropas de la OTAN en el este. Pero incluso países tradicionalmente neutrales como Finlandia y Suecia están reconsiderando su posición estratégica. Finlandia acaba de firmar dos acuerdos de seguridad con Reino Unido y Estados Unidos y considera seriamente integrarse en la Alianza Atlántica, lo que ha sido recibido por Putin con la amenaza de devolver miles de tropas rusas a la frontera con el país finés que sufre cada día incursiones de aviones rusos. También Suecia firmó el pasado junio un acuerdo de seguridad con Estados Unidos; los líderes de Finlandia y Suecia participaron en la última cumbre de la OTAN en Varsovia y han incrementado su participación en ejercicios militares de la alianza en un abandono de sus tradicionales posiciones.

Nueva doctrina militar

Pero el mayor cambio cualitativo es el que supone la nueva doctrina militar rusa que contempla la disuasión nuclear y el recurso a armamento de esta naturaleza incluso contra ataques convencionales. Y esto no sólo es una declaración de intenciones; es evidente que Rusia está modernizando sus fuerzas estratégicas. Putin ha ordenado construir nuevos submarinos y bombarderos con capacidad nuclear y ha añadido 153 nuevas cabezas nucleares a su stock en los últimos cinco años bajo el nuevo tratado START mientras que Estados Unidos continúa reduciendo su ya anticuado arsenal. El despliegue de misiles SS-27 mod.2 con múltiples cabezas y SSN-32 desde submarinos ha supuesto un vuelco en la capacidad nuclear rusa, a lo que se añaden misiles nucleares sobre trenes en marcha incapacitando la posibilidad de su destrucción con un ataque occidental.

A esto se suman nuevos sistemas en desarrollo claramente ofensivos como un drone submarino denominado Kanyon que será capaz de transportar una cabeza de un megatón; y un vehículo aéreo supersónico ( Hypersonic Glide Vehicle) que podría alcanzar Londres desde las bases rusas en apenas 15 minutos con varias cabezas nucleares evitando los sistemas de defensa aérea europeos.

A ello se une que Rusia está terminando la construcción de un centro de mando en un búnker capaz de resistir un ataque nuclear directo en la Montaña Kosvinsky en los Urales, 850 millas al este de Moscú, con un coste estimado de un billón de dólares.

Todo este esfuerzo bélico acompañado de hechos ya muy repetitivos como aviones y buques rusos sobre las costas y cielos europeos sin preavisos, los ciberataques a los estados bálticos, la invasión de Crimea, las amenazas a la Alianza Atlántica, no parece que sean un ejercicio de propaganda. Rusia está empeñada en volver a ser la potencia que fue la URSS pero en un mundo mucho más vulnerable que el monolítico de la Guerra fría.

Hoy Europa está mas amenazada de lo que lo estuvo en los años sesenta y setenta, con unas capacidades mucho mayores y más sofisticadas y con un líder ruso con ambiciones expansionistas y gran apoyo popular. No hay más que leer el relato que se hace en el interior de Rusia de lo que está ocurriendo para entender que el lenguaje predominante es el belicista y reivindicativo de tiempos pasados.

Las nuevas amenazas: terrorismo y ciberataques

Pero si parecía que con unas miles de cabezas nucleares ya teníamos bastante, sufrimos nuevos tipos de amenazas que sin duda son mucho más reales y próximas. Hoy Europa tiene miedo de los atentados yihadistas; hasta París está perdiendo turistas y el temor de salir a la calle, visitar un aeropuerto o un parque temático es una realidad que se extiende por todo el continente. Los europeos han vuelto a sentir miedo como hacía mucho que no lo sentían. Por otro lado, los ciberataques cada vez son más sofisticados y la capacidad de introducir un virus en una presa, en una red eléctrica, o en una planta potabilizadora que altere su funcionamiento, o en el sistema de semáforos de una ciudad, está al alcance de terroristas y gobiernos. Hoy en día todo lo que utilizamos está sujeto a un sistema informático que actúa en red y es por tanto vulnerable. La tecnología es sencilla y barata pero los daños pueden ser muy superiores a cualquier bombardeo táctico.

Antes, para sufrir un ataque soviético había que esperar a los misiles nucleares o a los carros de combate; hoy esa amenaza puede venir a través de fibra óptica en forma de virus que podría dañar todas nuestras infraestructuras críticas en apenas unos minutos. Hoy sabemos que Rusia está dispuesta a hacerlo, porque ya lo ha realizado en los estados bálticos, Georgia y en Estados Unidos. Hoy somos conscientes que Rusia está inmersa en una actitud más beligerante hacia Occidente y que está incrementando su arsenal nuclear y convencional. Ante estas realidades los gobiernos no pueden mirar hacia otro lado; por muy remotas que nos parezcan estas amenazas, son reales. No es cuestión de entrar en estado de terror sino de predecir riesgos, evaluar potencialidad y definir estrategias de prevención, contención y actuación.

Y nuestro flanco sur está que arde

A veces tanta obsesión en mirar hacia Europa nos distrae de lo que ha sido nuestro principal escenario estratégico en los últimos ciento cincuenta años, el Magreb y más al sur. En el Magreb, Marruecos y Argelia sostienen desde hace ya dos décadas una carrera de armamento sin precedentes que ha incrementado las capacidades militares de nuestros vecinos del sur de una forma muy acelerada. Marruecos, que está adquiriendo aviones F-16 y carros M1 de Estados Unidos, está negociando con Rusia adquirir aviones sukhoi y un submarino y Argelia no le anda a la zaga. En Libia, los terroristas del ISIS abandonan Sirte, muchos de ellos camino de Argelia y otros en los botes que son recogidos por las patrulleras italianas y españolas en el Mediterráneo camuflados como víctimas.

Desde 2009 no existen relaciones diplomáticas entre Mauritania, que apoya al Frente Polisario, y Marruecos. En las últimas semanas después de que un contingente de 300 soldados marroquíes atravesara la frontera en una especie de tierra de nadie y que ha sido la mayor violación desde el alto el fuego de 1991, la tensión ha ido en aumento. Ante el despliegue de hombres y armas contracarro por parte del ejército mauritano, el alto mando militar marroquí ha desplegado considerables contingentes de tropas en Bir Ganduz y toda la zona de Auserd, en lo que denominan "zona tapón", además de Amgala, que han sido reforzadas con tropas terrestres, carros de combate y artillería pesada, en el muro que linda con Mauritania y con la zona controlada por la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Una tierra de nadie donde se trafica con vehículos, drogas y armas que llegan con gran facilidad hasta nuestras costas.

Este es un capítulo más de las tensas relaciones entre Mauritania y Marruecos. Mauritania ha prohibido la semana pasada a los camiones de mercancías marroquíes la entrada en su territorio y las relaciones bilaterales están hechas añicos. Un dato revelador es que Mauritania no tiene embajador en Rabat hace casi cinco años y la representación diplomática está reducida al mínimo.

En Mali tampoco están muy bien

El pasado 7 de agosto, un vehículo de Naciones Unidas saltó por los aires tras pisar una mina con un casco azul chadiano muerto y otros cuatro heridos. Esa misma noche, un hombre armado conseguía colarse en un concierto en la región de Tombuctú y disparar con un AK-47 sobre la multitud asesinando a un joven. Unas horas más tarde, cinco soldados de Mali fueron asesinados en un ataque a un puesto de vigilancia cercano. Es un goteo constante que de momento se salda con más de un centenar de ataques y atentados sólo en este año que han provocado decenas de muertos. Los yihadistas no sólo se han recuperado de la operación Serval liderada por el ejército francés en 2013, sino que han incrementado sus capacidades y posiciones.

El norte de Mali ya se ha convertido en la misión con más víctimas mortales de toda la historia de Naciones Unidas: ya son más de treinta sólo en este año. En el centro del país, el ejército regular sufre los ataques de los seguidores de Al Qaeda como el perpetrado a un cuartel en Nampala el pasado 19 de julio, con 17 muertos. Ya el año pasado se produjeron dos atentados que golpearon la capital en el bar La Terrase y el hotel Radisson Blue con decenas de víctimas. En estos últimos meses la violencia se ha extendido desde Mali a dos de sus vecinos, Costa de Marfil y Burkina Faso, en sendos ataques a una zona turística y un hotel en una clara espiral de expansión a toda la región. Estos atentados salafistas están liderados por Mojtar Belmojtar al frente de Al Morabitún, una franquicia de Al Qaeda frente a su competidor del Daesh que opera en la zona de Chad y Nigeria, una carrera terrorista por el control del Sahel y el Golfo de Guinea.

El terrorismo yihadista es una realidad en Marruecos

Según algunos cálculos más de mil marroquíes se unieron como guerrilleros yihadistas al Estado Islámico en Siria e Irak, y la mayoría se estima que ya han regresado. De hecho hace unos pocos días 52 sospechosos de pertenecer al Daesh fueron detenidos en distintas ciudades de Marruecos después de haber cometido diversos atentados en el reino alauita. Su pretensión era crear una provincia autónoma dependiente del Daesh en Marruecos. Desde 2013, más de 38 células con lazos con el ISIS han sido desmanteladas. Sin duda resulta mucho más complicado para las autoridades marroquíes el control de estas células en un país con fronteras muy permeables y extensas zonas fronterizas sin control de los gobiernos.

El desarrollo de células yihadistas en Marruecos constituye sin duda una amenaza directa a nuestro país tanto por la inestabilidad que pueden acarrear en Marruecos, el más firme aliado de Occidente en la lucha contra el yihadismo, como por la permeabilidad de nuestra frontera sur. Un férreo control de la frontera hoy es más necesario que nunca ante una realidad que es la desintegración del Daesh y su presencia en nuestros países vecinos del sur.

El gobierno español aunque esté en funciones no puede dejar estas cuestiones de seguridad al albur de la buena suerte o en la confianza de que nada malo nos ocurrirá. El gobierno debe ser provisor y dar consejos a la población para prepararla ante circunstancias que aunque remotas no son improbables; intentar resolver situaciones de crisis sobre la marcha es tarea imposible. Por primera vez desde 1989, el mundo está en una situación de enfrentamiento entre potencias y las capacidades nucleares y militares son hoy mayores y más sofisticadas de lo que lo eran en la Guerra Fría. Los gobiernos deben prever escenarios de crisis y preparar a la población y a las fuerzas armadas y de seguridad ante estos riesgos. En los últimos treinta años hemos desarrollado ejércitos para las misiones en el exterior y para situaciones de emergencia y disuasión; quizás haya llegado el momento de reconsiderar si no necesitamos de unas fuerzas mayores para poder atender situaciones de conflicto que creíamos superadas, y no podemos ser ajenos al debate en Alemania sobre la reinstauración del servicio militar obligatorio bajo las modalidades que se determinen. La Guerra fría 2.0 ha llegado para quedarse durante mucho tiempo.

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