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Enrique Navarro

El tercio de los Papagayos

Si San Pedro negó tres veces a Jesús, veremos como muchos reniegan de haber votado el primero de octubre, sólo por la vergüenza que sentirán.

Si San Pedro negó tres veces a Jesús, veremos como muchos reniegan de haber votado el primero de octubre, sólo por la vergüenza que sentirán.
Puigdemont, y sus consejeros, en Bruselas | EFE

En 1587 el tercio de Queralt formado por catalanes se unió a los tercios de Flandes para la invasión de Inglaterra, de aquella Armada Invencible que sucumbió ante las tormentas del Canal de la mancha. Aquellos catalanes, como estos nuevos recién llegados, se aposentaron en Bruselas y recibieron el nombre del tercio del papagayo, ya que sus miembros procuraban hablar en castellano para gran sorna de sus paisanos españoles que les tildaron de papagayos por su dificultad en expresarse en la lengua de todos.

Unos 530 años después, otros catalanes, también familiarizados con el tercio, o más bien con el tres por ciento, realizaron el denominado Camino Español que comunicaba la península itálica con los Países Bajos. Los pobres belgas atemorizados ante la llegada de los nuevos tercios catalanes y ante la probable designación del Duque de Alba como embajador de España en Bruselas por Mariano Rajoy, decidieron cerrar todas las puertas y rogar al saqueador Puigdemont que abandonara el país lo antes posible. ¿No es hora de decirle a estos belgas que o se comportan como socios de verdad, o les sacamos las instituciones europeas? Porque entre el terrorismo y estos desvaríos deberían ser puestos bajo sospecha.

Si no fuera porque conocemos bien a los servicios de inteligencia pareciera que Puigdemont es un agente doble, puesto que nadie ha hecho nunca un mejor papel en desarmar el separatismo catalán. Es más, estoy convencido que algún agente del CNi le aconsejó toda esta fuga con el fin de ridiculizar al separatismo, quizás haya sido hasta el propio Paesa o Roldán el asesor o inspirador.

De lo que no tengo duda es de que los libros de historia del nacionalismo contarán de forma épica el viaje de Puigdemont y sus argonautas desde Barcelona, huyendo por la noche y despistando a la Guardia Civil para llegar a Marsella y de ahí en avión a Bruselas:

"En una astuta iniciativa, propia solo de catalanes, Puigdemont llegó a Bruselas donde fue recibido en olor de multitud, dispuesto a continuar con su labor desde el exilio. De hecho, Bélgica consideró su anexión a Cataluña una vez recibidos los análisis de genética de sus ilustres visitantes.

Sin embargo, el valiente Puigdemont regresó a España para afrontar la tortura y la condena del invasor españolista. El héroe paso veinte años en una celda junto a dos andaluces en una clara demonstración de que la tortura existe en España, y que se empeñaban en hostigarle con violenta música, particularmente sevillanas y fandangos, para mermar la moral de victoria del amado líder. Incluso compartió celda con un dominicano que le cantaba reggaeton, una tortura que ni siquiera las SS practicaron.

Veinte años después regresó, también en olor de multitudes, a la nación catalana y declaró la independencia de Cataluña, y la próxima convocatoria de un referéndum, falleciendo a los noventa y seis años de un infarto debido a la fuerte presión que soportó en vida, luchando por las libertades del pueblo catalán. Hoy en día Cataluña sigue siendo España sólo y exclusivamente por la amenaza y la extorsión españolista, pero en el corazón de los catalanes la independencia sigue suspendida, aunque algún día llegará.

Puigdemont hoy es venerado tanto en Bruselas como en Bucarest donde acabó formando el partido rumano catalán en la zona de la Transilvania. Hoy todo catalán que se precie viaja a este bello y en otro tiempo lugar tenebroso lugar, para velar los restos del gran y amado líder. Ningún espartano superó en bravura al líder, ni ningún ateniense en inteligencia. Nadie se expresó con tanta claridad en tantos idiomas. Dios guarde a nuestro amado Puigdemont".

La realidad es muy diferente, como ocurre habitualmente con la bibliografía nacionalista. Es cierto que estos movimientos generan un gran entusiasmo cuando nacen, pero nadie en la historia reciente de España, seguramente desde Fernando VII, había generado tanta frustración como el emigrante Puigdemont.

El separatismo dijo a los catalanes que habría referéndum y que sería vinculante; y a falta de uno hizo dos, y res de res.

El separatismo dijo a los catalanes que no sólo serían independientes, sino que gracias al espíritu empresarial catalán serían más ricos, y las grandes empresas se fueron.

El separatismo dijo que España les robaba y resulta que pagamos las facturas de sus desvaríos, sin contar que los que les han venido robando son los nacionalistas para pagar la minuta del abogado de los etarras.

El separatismo dijo que España les bombardearía y enviaría los carros de combate y apenas unos pocos Guardias Civiles y Policías han servido para detener el golpe de estado.

Dijeron que sus instituciones no se podrían del lado de la ley; y tardaron menos de un suspiro en acatar las normas, aliviados al creer que serían los funcionarios los que pagarían el pato que Puigdemont trata de evitar.

Dijeron que las calles se llenarían de gente para mantener la llama viva del independentismo, y desde el día uno de octubre, nunca en la historia de Cataluña se habían visto tantas banderas españolas.

Se dijo que asumirían sus condenas si era necesario para la libertad del pueblo oprimido y estuvieron a punto de renunciar a todo el proceso para salvar el culo de ir a la cárcel.

Dijeron que nunca obedecerían al gobierno en caso de aplicar el 155; y sin embargo lo asumen de facto acudiendo a las urnas para obtener las subvenciones. El Parlamento nacido del 155 no es para legitimar el proceso es para enterrarlo, sea cual sea el resultado.

Dijeron que era imposible que Cataluña saliera de la Unión Europa y del Euro y casi les ponen controles aduaneros y tienen que pagar con los billetes del monopoly para hacer la compra.

Hasta tal punto ha llegado el delirio, que creyeron que Cataluña era el pueblo elegido, y que realmente Moisés tardó cuarenta años en llegar a Judea porque antes pasó por Barcelona. No olviden la leyenda de que el Monte Carmelo es en realidad el Tibidabo. Por mucho que se puedan considerar pueblo elegido, son los mismos a los que Escipión llamó hispanos cuando puso el pie en Gerona hace dos mil años, del mismo modo que llamó extremeños, gallegos, castellanos y sevillanos a otros habitantes de la península.

Tanta frustración ha generado entre el separatismo, gran parte del cual es absolutamente contrario a esta patochada, que va a pasar como en Alemania en 1946, que no encontraban a nadie que hubiera estado en las manifestaciones nazis. Si San Pedro negó tres veces a Jesús, veremos a muchos renegar de haber votado el primero de octubre. Y lo harán sólo por la vergüenza que sentirán.

Pero lo más absurdo y delirante de todo esto, es la gran mentira de pensar que Cataluña es una nación, sujeto pleno de soberanía. Si los del Tercio del Papagayo se empeñaban en hablar castellano y servían a la corona de España, ¿Quién va a venir a decirnos ahora que es que Cataluña ha sido oprimida durante siglos? La verdadera historia es que las dos veces que Cataluña se independizó de España fue aprovechando el tumulto de la guerra, poniendo por unos cuantos ducados a Cataluña al servicio de la corona de Francia y de Inglaterra.

No puede alegar ser sujeto de soberanía quién nunca la tuvo; no puede alegar ser una nación un territorio que ha convivido con las instituciones españolas durante tantos siglos como la propia existencia de España, nacida de la fusión de los reinos de Aragón y Castilla. Y no olvidemos que, durante las guerras civiles del siglo XV en Cataluña, la Generalidad pretendió poner en manos de los reyes de Castilla a los territorios catalanes en oposición a la corona de Aragón. Ésta es la verdadera historia por mucho que la tergiversen. Los catalanes no pueden seguir siendo un pueblo que tropieza dos veces con la misma piedra que ellos mismos se ponen en el camino.

El ridículo y la patochada independentista es de tal magnitud que España no dejará nunca de decir a Puigdemont y a sus acólitos: gracias, nadie hizo en la historia más por la unidad de España que vosotros.

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