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Enrique Navarro

Qatar: ruptura de relaciones o declaración de guerra

Trump reafirmó que en el juego de equilibrios entre los dos grandes actores de la región, Irán y Arabia, optaba por este segundo, reforzando la alianza con Turquía.

Trump reafirmó que en el juego de equilibrios entre los dos grandes actores de la región, Irán y Arabia, optaba por este segundo, reforzando la alianza con Turquía.
Doha, capital de Qatar, desde el cielo | EFE

Qatar es un minúsculo país asentado sobre un mar de gas que lo ha convertido en el país más rico de las monarquías absolutas de Golfo. Nunca un nombre geográfico resultó tan apropiado. Está gobernado por el jeque Tamin, simplificando para no rellenar el articulo con nombres de nobles árabes, que dio un golpe de estado contra su padre, en la mejor tradición lugareña. Un país donde viven a cuerpo de rey 250.000 qataríes para los que trabajan dos millones de extranjeros, entre ellos 200.000 egipcios, con menos derechos laborales que los elefantes de los circos y que son la pantalla perfecta para ocultar transferencias millonarias a países de origen de los inmigrantes, casualidad todos ellos envueltos en guerras o en acciones de terrorismo. Allí se construyen estadios para albergar un mundial de fútbol, en los que mueren trabajadores a diario, sin que nadie considere esto noticia. Donde un expresidente de la Federación Nacional de Fútbol ha sido designado por el Departamento del Tesoro norteamericano como un financiador de grupos terroristas mientras disfruta de una cómoda vida de impunidad en Qatar.

Cualquiera podría preguntarse qué hace este país dedicándose a financiar grupos terroristas por doquier, como si se tratara de una acción benéfica. Por otra parte, también deberíamos preguntarnos por cuestiones tan relevantes como que, si este país lleva financiando al terrorismo internacional desde los años noventa, especialmente a Al Qaeda, ¿por qué la base militar más importante de Estados Unidos en la región está ubicada en Qatar? También podríamos interrogarnos por otra cuestión fundamental: si este gobierno es tan maléfico, ¿por qué el presidente Trump se reunió con el Emir Tamin hace escasamente tres semanas, cuando todos los países de la región firmaron un memorándum para luchar contra las redes de financiación del terrorismo, y que fue vendido como el mayor éxito de la política exterior de Trump? Otro papel mojado.

Para ir dejando de lado consideraciones que podrían vincular esta noticia con el reciente atentado de Londres, hay que decir que esta crisis se lleva fraguando desde hace años, especialmente desde 2011, y que cobró inusitada fuerza a raíz de dos hechos, en principio inconexos, tremendamente importantes ocurridos en las últimas semanas.

Por un lado, la visita de Trump a Arabia se cerró con la mayor venta de armas de la historia, más de cien mil millones de dólares para crear el ejército más poderoso de la región, con un sólo objetivo que está en el origen del reino, dominar el Islam desde el Mar Rojo hasta Irán. Cuando Arabia estaba en el objetivo de muchos países por sus conexiones pasadas y presentes con acciones terroristas, Trump reafirmó que en el juego de equilibrios entre los dos grandes actores de la región, Irán y Arabia, optaba por este segundo, reforzando la alianza con Turquía. Trump ya no ve a Erdogan como una amenaza sino como una oportunidad de crear una alianza islámica junto a Egipto para controlar los recursos de la región, terminar con el terrorismo y sobre todo acabar con el régimen de los ayatolás que ha hecho del apoyo a los terroristas de medio mundo un eje fundamental de su política exterior. Este será otro error histórico, de aquí no va a salir nada bueno.

Pero esas ventas y el significado político que tienen, no son gratuitas. Por una parte, deben contar con el apoyo del gran aliado innombrable de Arabia, Israel. Y quienes son los dos grandes enemigos de Israel en la región, Qatar e Irán. Y en segundo lugar, Trump necesita vender este oscuro negocio con un rédito político, y en esta clave debemos entender una parte de esta reacción desatada contra Qatar.

La segunda razón es más estratégica. Qatar es el peón de Irán en su eterna confrontación contra Arabia. Irán comparte con Qatar uno de los yacimientos de gas más importantes del mundo. El minúsculo país asentado sobre una bombona de butano se ha manifestado muy comprensivo con el régimen iraní y lo ha defendido contra sus enemigos y por eso Arabia ha iniciado el proceso para provocar un cambio político en Qatar.

Sólo necesitaba una excusa y se la ofreció en bandeja el jeque Tamin cuando en unas declaraciones a Al Jazeera hace dos semanas, otra de las víctimas de esta crisis, exigió en un acto público, que Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin evaluaran su postura anti-Qatar y detengan las continuas campañas y las acusaciones contra su país; asimismo indicó que resulta imposible ignorar la preeminencia regional e islámica de Irán como una potencia que garantiza la estabilidad de la región. Defendió asimismo a los Hermanos Musulmanes en su lucha en Egipto; también a Hamas en Gaza, y a los grupos terroristas que luchan en Siria. Semejante oportunidad no pasó desapercibida para el gobierno de Arabia que encontró el casus belli que andaba buscando hace años para intervenir en el pequeño país vecino.

Unos pocos días más tarde, se inició una campaña muy intensiva contra Qatar en los medios de difusión de Arabia y de sus aliados, que ha desembocado con esta acción que más que una ruptura de relaciones parece una declaración de guerra en toda regla. El abandono de los ciudadanos qataríes en los países; el cierre del espacio aéreo, la clausura de Al Jazeera; que junto a su primo hermano, Hispan TV, la cadena en la que se estrenó Pablo Iglesias, esparcen los intereses iraníes por el mundo, denotan más bien un cambio de régimen en el país. De hecho, un miembro de la propia familia real, Sheikh Saud, se presentó como mediador de Arabia para resolver el conflicto llevando un mensaje muy claro a Doha: suspender las actividades de la fundación de la Jequesa; congelar las relaciones con Irán; cesar las operaciones en Libia, Egipto y Sudán y expulsar a los extremistas. Toda una declaración de guerra.

Puede que una vez más las aguas vuelvan a su cauce ante el interés de todos y en especial de Estados Unidos de mantener el status quo; o bien podemos encontrarnos ante una deriva bélica impredecible; aunque conociendo a los personajes más me inclino por lo primero. No obstante, el cierre de Al Jazeera es una gran victoria de la monarquía saudí que la temía más que a un nublado, sabiendo qué pasa en el Golfo cuando se nubla el cielo. Ahora podrá impulsar su propia cadena como la CNN del Islam y continuar incrementando su influencia. Pero no nos equivoquemos, esto tiene poco o nada que ver con la financiación del terrorismo internacional, sólamente con los intereses geoestratégicos de unos sátrapas, algunos de los cuales son nuestros amigos.

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