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Eva Miquel Subías

El curioso comportamiento español

Los españoles hacemos ruido, berreamos y pataleamos. Pero no perdemos un minuto en rellenar un formulario de atención al cliente.

Admito que me habría gustado ser socióloga. De hecho, a punto estuve de matricularme en su día, pero me dio algo de fatiga dejar la carrera de Historia y dar el salto al segundo ciclo, tal y como inicialmente tenía previsto y una vez acabada y con ya cierta historia laboral detrás, no acabé de animarme.

Y ustedes se preguntarán. ¿Y a qué viene este lamento por vocaciones frustradas? Pues viene a cuento de la pereza. De la fatiga mental que nos acecha a muchos españoles en no pocos ámbitos de nuestra vida. Y de lo que supone el haber tomado una decisión o no en un momento determinado.

Esto lo pensaba ayer, en plena reunión con una empresa, cuando me llamaron para avisarme de que la compra que había realizado un par de días antes por internet –como suelo hacer habitualmente– no llegaba a su destino. O sea, no llegaba a mi casa, dos horas después del límite estimado.

La ansiedad por tener a una persona esperando en casa, más la pachorra de quienes debían de haber realizado bien su trabajo, me fueron provocando un estrés mental que casi trasciende a lo físico. Conclusión. Acabó llegando, no me cobraron los gastos de envío, me pidieron disculpas y se acabó.

Pero me quedé dándole vueltas y pensé lo que habría hecho un norteamericano en mi lugar. O un británico. O un alemán. Y así, de entrada, se habría quejado por tener que haber pagado horas extras a una persona por el sólo hecho de que el envío se demorara. Habría manifestado su pesar e indignación por la pérdida de tiempo, las molestias ocasionadas y por haber interrumpido sus reuniones de trabajo. Eso, sólo para empezar. Y créanme, no exagero.

Con lo que una cosa me llevó a la otra. Y repasé mentalmente la cantidad de escenas cotidianas que un español y un anglosajón afrontamos de manera abismalmente diferente. Y la primera conclusión –nada científica, por otro lado– pero mía al fin y al cabo, a la que llegué, es la siguiente.

Los españoles hacemos ruido, berreamos y pataleamos. Pero no perdemos un minuto –y ahí las estadísticas sí que hablan– en hacer una cola para reclamar y rellenar un formulario de atención al cliente o solicitar un libro de reclamación. No vaya a ser que nos herniemos. Pero, ¿por qué?

Por varios motivos. Uno. Quizás no terminemos de confiar en que el desenlace se resuelva de manera satisfactoria. O dos. Somos, simplemente, perezosos.

Sin embargo, cada día más salimos a la calle, vamos a gritar a las salidas de juzgados o nos acampamos para reclamar cualquier cuestión. Pero no organizamos una asociación seria para trabajar en la línea de lo que creemos es mejor para la sociedad, ni montamos un refrescante partido político que pueda tener buenas hechuras, ni intentamos mejorar los que actualmente tenemos, ni buscamos nuevos líderes de opinión. Lo de encabezar estimulantes proyectos, eso ya, queridos, es más fatigosillo. Ya ven.

Sin embargo, y atendiendo a los resultados de la última encuesta del CIS al respecto de lo que pensamos los españoles de la democracia, los datos son francamente interesantes.

Justo en el mes de diciembre, un 67,5% de ciudadanos se declaraban poco o nada satisfechos con la forma en que funciona la democracia en España. Si a esto sumamos que un 51,5% se mostraban insatisfechos con la Constitución, no nos ofrecen una visión demasiado optimista, desde luego. Curiosamente, dos de cada tres ciudadanos admitía no conocer apenas nada de la Carta Magna y casi la mitad de los encuestados reconocían no haber leído ni siquiera uno de sus artículos. De lo más alentador, oigan. La rechazan, sin apenas conocerla. El pan nuestro de cada día en nuestra querida España.

Conclusión. Algo primaria, lo sé. No nos emociona nuestra Ley de leyes, pero nos quedamos confortablemente en casa viendo el salto al agua de Falete. Como les cuento.

Aunque seré honesta. Ni sociología, ni ciencias políticas. Lo mío tenía que haber sido purita antropología. Lo veo. Y la especie: el hombre español. Un tesorito.

En España

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