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Eva Miquel Subías

El rostro del saber hacer

Ana Pastor es una artesana de la política. La que todavía utiliza sus manos para dar la forma adecuada y necesaria a cada solución, a cada problema

No sé si llego tarde, pero siento que era mi deber.

Tampoco sé si alguno de ustedes recordará una de las campañas institucionales con mayor repercusión que llevó a cabo el Pujol que por entonces era galardonado con el premio del español del año. "La feina ben feta no té fronteres", rezaba. El trabajo bien hecho no tiene fronteras.

En aquella época, este claim encerraba mucho más de lo que aparentaba una simple campaña de la comunidad autónoma. Instaba y estimulaba el esfuerzo, la constancia y la búsqueda de la excelencia y el mimo en sus quehaceres. Era todo un himno a las cosas bien hechas.

Hilaba con la imagen del catalán emprendedor y trabajador. Con aquél catalán que amaba profundamente su idiosincrasia y su cultura pero que se sentía cómodo en un proyecto común español.

El resto ya es Historia.

Pero lo cierto es, que sin tener nada que ver, me he acordado recientemente al hilo del nombramiento de Ana Pastor como presidenta de la cámara baja.

Decía al comienzo de esta columna que sentía que llegaba tarde, ya que se han escrito todo tipo de perfiles y retratos en cada uno de los periódicos españoles que, en su versión digital o en papel, han querido familiarizar al lector con una de las mujeres más leales a Mariano Rajoy.

Y mucho me temo que no voy a ser muy original. No voy a decir, probablemente, nada que no se haya dicho antes. Pero insisto, lo siento como mi deber y quiero hacerlo desde mi más profundo agradecimiento.

Mi relación con la ex ministra de fomento ha sido una relación profesional, sin estar ella exenta de una buena dosis de calidad humana, que es la que rezuma ella en cuanto percibe que te entregas a tu trabajo con mimo y dedicación.

Ana Pastor es una artesana de la política. La que todavía utiliza sus manos para dar la forma adecuada y necesaria a cada solución, a cada problema, a cada manera de enfrentarse a un nuevo reto y a cada escollo político. Baja a la arena y chapotea en el charco que sea necesario.

Es, fundamentalmente, una gestora, se suele decir de ella. Obviando que es la mujer con más olfato político del Ejecutivo rajoyano y que es, precisamente, en esa habilidad donde reside su manera de transmitir a la opinión pública y al ciudadano medio que ella está allí para intentar ofrecer las mejores alternativas en su gestión diaria, pero sin olvidar nunca cuál es el mejor encaje político de la misma.

Es, ciertamente, ideológicamente inclasificable. Ya que no lo traslada en su labor diaria. Recordando a un buen amigo mío, podría asentarse en unos cimientos conservadores, podría tener cierta inspiración cristiana y una cierta fragancia liberal, como aquellos orígenes en los que se asentaba el Partido Popular. Pero cuando está al frente de un ministerio de cualquier otro proyecto, el trabajo bien hecho y la justicia en la toma de sus decisiones es lo que prima.

Como decía aquél, la mejor improvisación es aquella que has estado preparando durante la tarde anterior. Y esa es su constante.

Me gusta escucharla cuando se relaja, cuando charla en una tertulia de las cosas más mundanas. Porque es cuando te deja ver su lado más carismático y amable. Y cuando su sentido del humor, entre gallego y castellano, te describe situaciones de la manera más insólita.

El presidente del gobierno tenía claro que en unos momentos tan delicados y complejos de nuestro escenario político actual, nadie mejor que ella podía desarrollar el rol de mujer dura pero componedora, de acción contundente pero con elegante estilo y de visión a medio y largo plazo sin que lo parezca.

Pocos perfiles he escrito en estos 8 años de colaboración en esta casa. Pero acabo como empecé. Tenía el deber de hacerlo, porque, honestamente, mi sentimiento de gratitud personal y profesional con respecto a ella, así lo requería. Y poco más. 

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