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Eva Miquel Subías

Impar y al rojo

No sé cómo actuará Ciudadanos, pero han sabido jugar bien sus cartas.

"Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos, sino las cosas de las que tenemos certeza pero no son ciertas".

Con esta frase de Mark Twain da comienzo el más que recomendable largometraje de la Paramount La gran apuesta, pase al que tan amablemente me invitó a asistir ayer mismo Amalia Enríquez.

El tema principal -basado en una historia real- versa en torno a la visión bastante anticipada de varias personas relacionadas con el sector financiero al respecto de la crisis de las subprimes y la caída de Lehman Brothers.

Todos acaban sacando tajada de sus premoniciones y las actuaciones posteriores -no sin cierto riesgo- basadas en las mismas, pero el enfoque de todas ellas es diferente. Pretende agitar conciencias para llegar a la conclusión de que el sistema es el que es y la codicia se regenera a la velocidad de la expansión de un virus.

En ocasiones, en definitiva, es todo tan evidente que nos da pánico creerlo. O, en fin, ya sabemos que debemos andarnos con cuidado con aquello que deseamos porque se puede cumplir.

Y justo en el preciso momento en el que España necesita políticos con visión a largo para ofrecer la mejor salida a los complejos momentos por los que está atravesando es cuando más sitio se han hecho los especialistas en el regate a corto.

Si me permiten, los mensajes que a raíz del que yo considero el mejor discurso que el presidente del gobierno en funciones nos ha brindado en mucho tiempo, resumen perfectamente la urgencia que tiene ante sí España.

Estoy de acuerdo con que se necesita una base parlamentaria amplia para afrontar los retos que tenemos ante nosotros de la manera más consensuada posible. Así lo han querido los españoles con sus votos y con el enrevesado tablero que finalmente se ha dibujado.

No creo que sea tiempo para chulerías puesto que el trompazo que el boomerang puede devolverte en la cabeza de regreso, puede ser definitivo.

Es lo que tiene la política. O lo que tiene el simple hecho de tomar una decisión en una empresa o en tu vida personal. El interés propio tiene que vérselas con la conveniencia para una compañía, para una familia. Para un país.

Y la gloria de los cinco minutos puede ser letal. El actual secretario general del PSOE, más allá de la oposición interna, más allá de la postura de los barones más destacados, más allá de la opinión de Felipe González y las vacas sagradas socialistas diversas, más allá de las conversaciones que -a pesar de que Sánchez haga alarde de que no hable con el PP-, tienen a diario todas las formaciones, más allá de la opinión de los grandes empresarios y no pocos medios de comunicación, y más allá de lo que pueda pensar parte de sus votantes, va a tener que enfrentarse al dilema de elegir entre sus deseos de ambición a corto y lo que le conviene ahora al país y a su partido.

Esta reflexión, en el caso de otros representantes socialistas, no haría falta hacerla, ya que tendrían clarísimo que una inversión a medio podría ser mucho más rentable a largo, pero antes no había que explicar los sinsabores de la política para apreciar el retrogusto posterior. Y no hacía falta porque había políticos de pura raza y pata negra.

No sé cómo actuará Ciudadanos, pero han sabido jugar bien sus cartas. Y su rol en Cataluña es tan necesario como preocupante es la situación de permanente cámara oculta que allí vivimos.

Podemos y sus performances hacen lo que su público quiere que haga. Pero Iglesias es, sin duda, mucho más hábil que Sánchez, y sabe, además, que yendo a unas elecciones tiene mucho que ganar. Así que se me escapa la insistencia y los nervios con respecto a una coalición de izquierdas, salvo que le hayan cogido rápido gusto a la confortable moqueta del Congreso. Que todo es posible.

Creo que fue Disraeli quien dijo aquello de que los experimentos, en política, significan revoluciones. Y por la segunda mitad del siglo XIX. Todo es cíclico. A saber.

En España

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