Menú
Eva Miquel Subías

La soga

El desenlace, no sabemos si tan drástico, se veía venir.

A estas alturas de la tarde, cojo el papel con los primeros párrafos, lo rompo y borrón y cuenta nueva. O lo que es lo mismo. Seleccionar, cortar y página en blanco formato word. La actualidad se impone.

Incertidumbre en España, incertidumbre en el PSOE e incertidumbre en la vida inmediata de Pedro Sánchez. Los 17 del denominado sector crítico del partido socialista que han presentando en bloque su dimisión, es decir, la mitad más uno de los miembros de la ejecutiva federal, han colocado las cartas boca arriba y encima de la mesa. En montoncitos. Ahora toca esperar.

El desenlace, no sabemos si tan drástico, se veía venir. De la misma manera que la torpeza del todavía secretario general, algo insólito en alguien que se supone conocía mínimamente el funcionamiento de un partido histórico como al que pertenece.

Un partido al que, recordemos, pertenecen también personas como Felipe González, Josep Borrell, Joaquín Almunia, Nicolás Redondo Terreros, Joaquín Leguina y otros tantos que deben seguir anonadados al ver cómo un grupo de inexpertos de jóvenes socialistas, aunque con mochilas a sus espaldas, se cargan en poco tiempo el legado de una formación centenaria.

Tampoco debe cundir el pánico. Ni es el primero ni el último partido político en el que se producen dimisiones o se crean gestoras. Demasiados ejemplos tenemos y no tan lejanos. Y ni mucho menos se trata de ningún fraude democrático como alguien ha apuntado, sino que es una muestra de sana revolución interna en un partido que ya no representa a muchos que ostentan algún cargo en él.

Más allá de la aparición de fuerzas emergentes y renovadoras, algo, sin duda, refrescante, cada día que pasa me reafirmo en mi idea de que en España seguimos necesitando un bipartidismo fuerte y sólido que garantice un gobierno en un sentido u otro. Vigilados, controlados, necesitados de pactos, pero con sendas bases bien potentes. Así lo creo. Soy muy poco transgresora. Lo sé. Pero a estas alturas de nuestra relación, no les voy a engañar a ustedes.

Hacía tiempo que no tenía tantas conversaciones seguidas con tantos conocidos y amigos socialistas. Gente de bien, solvente y con criterio, que están francamente agotados y exhaustos. Cansados de ver cómo las estrategias de antaño se diseñan ahora de manera unilateral en un supermercado, o en un chiringuito de una playa tras mantener una conversación, por ejemplo, con quien distribuye las hamacas.

Los militantes tendrán que decir algo, faltaría. Pero en cualquier organización, existe algo –o debería– llamado liderazgo, con alguien al frente que aglutina, con serenidad y visión estratégica, los principios de un ideario que intenta combinar con aquello que puede aplaudir la militancia. Y si no lo aplauden, se les explica y se les convence con la razón de por qué hay que escoger un determinado rumbo u otro. Sí. Como se ha hecho siempre. Qué quieren que les diga.

El cortoplacismo que vivimos de manera general es el que también viven las organizaciones políticas. Y no sólo políticas. Vamos de rotonda en rotonda y de sondeo en sondeo. Y Pedro Sánchez abrazó el regate corto y los tuits como tabla de salvación pudiendo haber tenido un consejo asesor de la talla de los anteriormente mencionados y ya de paso, haberles escuchado y aprendido de ellos.

Cuestión de preferencias. O cuestión de querer correr más de lo que te dan las cortas pero ambiciosas piernas.

Creo que era en The International, cuando un viejo espía de la KGB dijo que era más fácil conservar la integridad que, una vez perdida, recuperarla.

Y cuando te has entregado a la frivolidad y a la política de tuit, y además, has ignorado a las vacas sagradas, debes saber de antemano que la soga te espera. O por voluntad propia o con un simple empujoncito.

En España

    0
    comentarios