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Eva Miquel Subías

Las nueve reinas

"Los periodistas están mucho más preocupados con los escándalos que afectan a presidentes, funcionarios públicos y 'celebrities' que con sus propias fechorías éticas".

El primer párrafo del segundo capítulo de Watchdogs Of Democracy? de Helen Thomas es de lo más inquietante: "Los periodistas están mucho más preocupados con los escándalos que afectan a presidentes, funcionarios públicos y celebrities que con sus propias fechorías éticas".

La que ocupara el front row de la Casa Blanca durante toda su vida, ha acabado siendo víctima de muchas de sus propias palabras y se nos reveló finalmente como una manifiesta antisemita y combativa defensora de la causa palestina, cuya visión proclamó públicamente sin reparo alguno. 

Eso no quita, si me permiten, que la esencia de lo que en aquél libro nos cuenta recobre ahora cierta actualidad, no sólo en lo que a nuestro ámbito se refiere, sino también en lo que a las esferas internacionales corresponde. 

Y es que una tiene la sensación de que la veda se ha abierto de par en par, pero con los manuales de las reglas del juego con criterios de lo más diverso en función de cada jugador. No me refiero a periodistas a los que expresiones como off de record les suena a algo demodé que tal vez existiera algún día. Tampoco me refiero a otros que escudriñan al milímetro -pero únicamente a unos cuantos cuidadosamente elegidos- y aconsejan e imponen comportamientos éticos cuyas exigencias estarían muy lejos de cumplir y aplicárselos a ellos.

Hablo de la fuerza de las instituciones. Hablo de los auténticos "Vigilantes de la democracia", cuyo sistema debería pasar de vez en cuando una revisión a fondo, para comprobar sus niveles de aceite, el desgaste de sus neumáticos y comprobar en qué estado se encuentra su batería. 

No quiero referirme a casos concretos. Ni quiero entrar a valorar el peligro en el que entra nuestra democracia cuando se ordenan investigaciones al margen de lo legalmente establecido. O cuando se ha llegado a poner en entredicho en no pocas ocasiones la libertad y el rigor al frente de algunos estamentos clave para que nuestra maquinaria funcione lo más engrasada posible. Porque si falla ésta, las piezas empiezan inevitablemente a caer cuales fichas de dominó.

Muy lejos estamos, por fortuna, de haber llegado a los límites que algunos países han traspasado sin tener que rendir cuentas a nadie. 

El capítulo argentino, sin ir más lejos, no ha hecho más que mostrar al mundo entero el lado más oscuro y siniestro de lo que significa un abuso del poder público, de lo que significa, en definitiva, ponerse por montera la supuesta democracia y pasarse ésta por sus blanquiazules forros. 

Estos días me ha venido a la mente el largometraje argentino de Fabián Bielinsky, en el que dos timadores de poca monta tienen la oportunidad de dar el golpe de sus vidas con la venta de unas falsas "nueve reinas" de la República de Weimar. 

Y francamente, sabiendo ustedes que mi optimismo procura estar siempre presente, no puedo evitar tener la sensación de que algunas fichas del tablero internacional están a la espera de dar ese golpe.

De hecho hay quien ya lleva las estampillas en su maletín. Panorama de lo más alentador, oigan.

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