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Eva Miquel Subías

Los partidos tragabolas

los que se han colado y se les han colado a los partidos tradicionales, podrían formar, ellos solitos, una única lista.

Que el panorama político en España ya no va a ser el mismo, es evidente. Que los grupos parlamentarios van a tener que mostrar su mejor cara y perfilar sus dotes pactistas, es otra realidad.

Pero que los filtros en cada uno de ellos deberían estar alerta, me temo que también.

Veamos. Es francamente refrescante que haya alternativas a los grandes partidos tradicionales. Que haya líderes o proyectos de los mismos que sepan entusiasmar al votante, es, por supuesto, esperanzador.

Ahora bien, hay riesgos que no se deberían pasar por alto. Una formación política, como tradicionalmente la conocemos, se cimienta en varias ideas que vertebran la corriente ideológica sobre la que pivota una determinada visión del Estado, un enfoque de la sociedad y de los principales ejes sobre los que una nación echa a andar.

Así, las estructuras de partido, unas más férreas que otras, pero jerárquicas en su mayoría, son las que ayudan a configurar las listas electorales en municipios, comunidades autónomas y en los parlamentos.

Tarea, por otro lado, nada fácil, ya que hay territorios en los que la consecución de un listado completo se convierte en un ejercicio de virtuosismo puro y más todavía si cada uno de los nombres deben corresponder a un perfil más o menos razonable. Y presentable. Miren, aún así, la cantidad de ejemplos que tenemos de cargos electos que han salido rana.

Por no entrar a valorar a quien, en un momento puntual, se ha debido apear de unas listas por el simple hecho de que al cabeza de lista se le ha antojado, por no caerle del todo bien o simplemente, en mayor número de ocasiones, por considerar que, llegado el momento, tal persona podría destacar algo más que él. O ella. Pero este tipo de mediocridad es la que abunda, con lo que, francamente, no constituye ninguna novedad.

Que para eso son apparatchik, oigan. Para tomar decisiones en base a criterios personales.

A nadie se le escapará cuán complicado y farragoso resulta encontrar una cabeza de lista atractiva que vaya acompañada de un núcleo duro al que puedas llevar a debates televisivos, a programas de radio y a alguna que otra entrevista.

Pero si la formación política es de reciente creación, no sólo hay que multiplicar esfuerzos, sino que también te encuentras con un problema añadido. Y es el de saber los motivos reales de por qué aparece alguien en tu partido procedente de otro de manera repentina, o por qué, al no haber tenido nunca la más mínima motivación política o de lo que se ha venido denominando "vocación de servicio público", ha encontrado en la formación que tú acabas de crear, un estímulo definitivo.

La segunda premisa, en el actual contexto, podemos llegar a entenderla. Pero me temo que la primera sólo responde, en su mayoría, a una manera de reacomodarse o buscar calorcito allí donde nadie te ha dicho que ya no contaban con tus servicios. Todavía.

Imagino que la iniciativa de Ciutadans de contratar los servicios de una empresa para asegurarse de la limpieza del historial de sus candidatos, responde a lo que, precisamente, estamos comentando.

Pero todos vamos contrarreloj. Y es muy tentador poder presentar tus papeletas allí donde más lo deseas. Porque ya sabemos que las carreras a largo plazo no son, precisamente en estos momentos, tendencia.

Y es esto tan simple lo que lleva a pensar que, cual juego de los hipopótamos tragabolas, pocos se van a resistir a contar entre sus filas con el mayor número posible de candidatos.

Aún a pesar del riesgo de que se haga una enorme bola y no haya suficiente agua para disolverla. Porque bien es cierto que los que se han colado y se les han colado a los partidos tradicionales, podrían formar, ellos solitos, una única lista.

En España

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