Menú
Eva Miquel Subías

Oscuros callejones aguardan las primarias

El bonito número de 706, bastantes más de los que en cualquier país civilizado, sano y democráticamente bien estructurado indicarían claramente a quien los presenta –Trinidad Jiménez– dónde se encuentra la puerta por la que hay que salir.

Mi amiga Jiayi está convencida de su triunfo en la política española. Dice que su perfil escasea y que posee todas aquellas cualidades que la hacen del todo apta para dar el salto a la cancha parlamentaria. Nacida en Shangay e hija de un profesor de la Universidad de Barcelona, llegó a la Ciudad Condal con apenas cuatro años y en su teléfono móvil puedes escuchar su mensaje de bienvenida en castellano, catalán y mandarín. Resumiendo, una mujer joven todavía treintañera, de rasgos orientales, amplia trayectoria en multinacionales y con una labia que te quita el hipo. Perfecta para la foto. Y sí, claramente escasea.

El problema, le apunta una servidora, es saber cómo encauzar sus aspiraciones en el actual sistema de partidos teniendo en cuenta que éste es uno de los procedimientos más taponados dentro de los países democráticos occidentales. Descartada su incursión en la política anglosajona, Jiayi explora –consideraciones ideológicas y vocacionales al margen– sus posibilidades en territorio nacional.

Y se encuentra con el siguiente panorama. Se centra, eso sí, en los dos partidos mayoritarios. Empieza por el Partido Popular, donde confiesa que se sentiría confortable, puesto que comparte con ellos buena parte de sus propuestas –no en vano simpatiza con fragancias supuestamente liberales– pero el proceso interno a seguir le parece demasiado farragoso y con escaso margen de maniobra. Además, como ella pertenece a la circunscripción de Barcelona, todavía se complica más gracias a la tradicional endogamia de los populares catalanes.

Empieza a otear el horizonte dentro de las filas socialistas, en alguna de las muchas familias y corrientes que integran la federación. Y se interesa claramente por algo aparentemente atractivo como lo es una elección de primarias.

Estudia, para tales efectos, los dos procesos abiertos en estos momentos, sabedora también que de buena gana se abrirían causas de características similares en otras provincias, abortadas éstas sin contemplaciones por la férrea dirección nacional. Aún así, toma buena nota de ellos.

Corredor mediterráneo abajo se encuentra al ex ministro Antonio Asunción, aspirante a disputar las elecciones primarias en el PSOE valenciano, que ha sido apartado de un plumazo al anularle 200 avales y no llegar, así, al número estimado para participar en la contienda. El candidato oficial propuesto por la ejecutiva ha presentado sin problemas los apoyos requeridos, a pesar de que el desplazado haya puesto en duda el recuento de los avales necesarios presentados por Jorge Alarte, el actual secretario general. Todo muy edificante.

Pero el top de las primarias se encuentra ahora en Madrid, donde la candidata oficial y el candidato díscolo se hallan inmersos en una batalla campal donde el sonido de los afilados cuchillos empieza a chirriar. Sólo que en este caso es a la candidata "guay" a quien la Comisión Regional de Garantías le ha anulado 706 avales. No un par o tres o cuatro, no. El bonito número de 706, bastantes más de los que en cualquier país civilizado, sano y democráticamente bien estructurado indicarían claramente a quien los presenta –Trinidad Jiménez– dónde se encuentra la puerta por la que hay que salir tras dejar los cargos encima de la mesa bien apiladitos. Por haber engañado a conciencia, ni más ni menos. Y 300, por cierto, a Tomás Gómez. Tampoco muy reconfortante, la verdad.

Y en pleno proceso de alarde de una falsa y mal interpretada democracia interna, la presidenta del CIS ha sido fulminantemente cesada gracias a la lucha de poderes a un lado y al otro de la Moncloa. Andan calentitos los fogones donde suelen cocerse las recetas más picantes del Centro de Investigaciones Sociológicas. Al parecer, a Belén Barreiro se le iba la mano con la pimienta, según unos, pero le echaba poca sal a gusto de otros, con lo que el menú degustación no era apto para todos. Enumeraba, sobre todo, la lista de sabores renovados que los comensales empezaban a demandar. Y eso sí que no. Faltaría más.

Mucho me temo que Jiayi no está lo suficientemente profesionalizada y sus uñas son todavía muy cortas. Aún así, sigue atenta porque sigue creyendo en su potencial. Pero conociéndola como la conozco le debe dar una pereza tremenda enfundarse los guantes de piel negros y sentarse a esperar con su gabardina beige en algún punto del oscuro y frío callejón. Porque, al fin y al cabo, ella no tiene quien la arrope.

En España

    0
    comentarios