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Eva Miquel Subías

Póngame uno de color de rosa

Les diré que tanta discriminación positiva, por muy inocente que parezca, puede empezar a tener efectos claramente negativos y, francamente, ya somos unas cuantas las que pensamos que ya está bien de tanto cachondeito.

Le debo a un joven taxista mi redescubrimiento de Raimundo Amador. Veamos. Hace ya demasiados años tomé un taxi en una céntrica calle barcelonesa para regresar a mi casa sonando en su interior una mezcla de blues y flamenquito. El conductor, con incuestionable chispa, me iba relatando con verdadera pasión el último trabajo del guitarrista sevillano y la colaboración con otro de los grandes, B. B. King.

No dudé en salir disparada a comprar aquel CD y poco tiempo después tuve la ocasión de verle en directo en un apoteósico concierto en la Ciudad Condal. Impresionante. La casualidad, el azar, el destino o como quiera que se llame a esto, me hizo volver a tropezar con el mismo taxista meses más tarde, con lo que pude agradecerle personalmente el feliz hallazgo. Desde entonces no puedo evitar acordarme de aquel chaval cuando escucho la guitarra del genial Amador.

Hoy he vuelto a pensar en él. Y lo he hecho al hilo de la iniciativa por parte de la radioemisora Servitaxi de poner en marcha una flota de "taxi rosa", es decir, unos vehículos conducidos única y exclusivamente por mujeres, destinados a prestar servicio única y exclusivamente a otras tantas señoras, manteniendo, eso sí, los colores amarillo y negro tan característicos de los vehículos barceloneses.

Esta propuesta se ha basado en proyectos similares puestos en marcha en Londres o Nueva York, ambos coincidentes en señalar que eran cuestiones de seguridad ciudadana las motivaciones principales.

Centrémonos un momento en nuestros hispanos propósitos. Según el presidente de la rompedora empresa, tan sólo se trata de un "servicio más" en aras de mejorar la oferta, de la misma manera que existen automóviles equipados según las diversas necesidades de los usuarios y que cada día demandan con mayor frecuencia, ya sea con respecto a su tamaño, a la posibilidad de transportar animales de compañía o con GPS. Bien.

A nadie se le escapará que todo ello tiene que ver con exigencias materiales sin entrar en demandas de tipo personal, algo lógico por otra parte si no queremos caer en discriminaciones que, afortunadamente, nuestra sociedad no tolera o no debería tolerar.

Ahora bien, si esa exclusión se hace en nombre de cualquier cosa mínimamente relacionada con lo que en una época se conoció como movimiento feminista, bienvenido sea. Adelante compañeras, apoyadas seréis. Tanto, que después de dar tanto bombo a la noticia, todavía no puede ponerse en funcionamiento debido a la escasez de conductoras adscritas a la emprendedora emisora.

La nota graciosilla la puso la supuesta introductora de la idea, una taxista de nombre Begoña Torres. Según rezan sus palabras, muchas usuarias agradecen que sea una mujer quien esté al volante porque "les gusta que alguien las escuche y les hable o [y esto es lo mejor] las jóvenes, cuando vuelven de fiesta y hablan de sus ligues", como si fuera tarea tan fácil encontrar un taxi libre en Barcelona tras una noche movidita.

Si podemos solicitar los servicios de un traslado realizado por una fémina, digo yo que podré entonces –sin temor a que nadie pueda pensar nada extraño– requerir los servicios de un conductor joven, con amplia sonrisa y radiantes dientes, pulidito, sin piercings ni tatuajes ofensivos, con largas manos perfectamente hidratadas y a ser posible que pueda proporcionarme revistas y periódicos debidamente actualizados, con aire acondicionado y calefacción impecables en su funcionamiento, mientras voy sentada en una tapicería confortable e impoluta. Y si el muchacho no sabe escuchar, no pasa absolutamente nada. Primero, porque no es su cometido y en segundo lugar porque tampoco a estas alturas va a ser ninguna novedad.

Una servidora, que suele hablar bastante con los taxistas que se topa ya sea en Madrid o en Barcelona, es conocedora de los problemas a los que tienen que hacer frente habitualmente, ya sea en cuanto a revisión de tarifas en función del incremento de los carburantes y del IPC o la homogeneización de suplementos en aeropuertos, puertos y estaciones, por poner tan sólo un ejemplo de lo que a una le cuentan, hayan sido hombres o mujeres.

Les diré que tanta discriminación positiva, por muy inocente que parezca, puede empezar a tener efectos claramente negativos y, francamente, ya somos unas cuantas las que pensamos que ya está bien de tanto cachondeito y más en los tiempos que corren.

Por cierto, estoy absolutamente convencida de que los mismos o mismas que se llevan las manos a la cabeza con los colegios no mixtos, son los mismos o mismas que aplauden estas geniales ideas. Vamos, me apuesto una carrera.

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