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Eva Miquel Subías

Reglas básicas

En estos momentos, el PP está atravesando la fase de la profesora hueso y antipática.

Les aseguro que aguanté cuanto pude con el fin de poder escribir al hilo de una posible remodelación gubernamental. Porque mi intención inicial era obvia. Aunque de repente, de todas maneras, recordé el hermetismo aznaril y sus anotaciones en la famosísima libreta azul y cómo cualquier mini crisis del Ejecutivo llegaba a los medios de comunicación segundos antes de que el ministro o ministra tomara posesión del nuevo cargo.

A cuántos periodistas que alardeaban de conocimiento directo hizo el presidente José María Aznar quedar regular, ¿les suena...? Que nuestra memoria es francamente frágil.

Y hablando de memoria endeble, el presidente del Círculo de Economía nos recordaba hace apenas unas horas, cómo tantas crisis sociales han coincidido en el tiempo con los despegues económicos o con las salidas de crisis económicas previas, para, acto seguido, entrar a analizar la imperante necesidad de encontrar el "pegamento que una de nuevo a todos los actores de la vida económica y social".

Muchos economistas y empresarios coinciden en señalar que son el paro, la deuda y el déficit los tres factores que siguen preocupando en España. Pero también coinciden en señalar cómo ya nadie se acuerda de la disparada prima de riesgo de hace poco más de tres años o la soga, de nombre rescate, al borde del precipicio.

Veamos. Desde que era una adolescente oigo decir que el centro derecha tiene un problema de comunicación. Algo, por otro lado, bastante evidente. Y ahí sigue.

Se lo preguntaba no hace mucho a un alto cargo de este gobierno. "Bueno -contestaba-, lo que ha pasado de manera tradicional, es que la derecha siempre ha creído que tiene el deber de gestionar bien sin dar muchas explicaciones".

Podría cuadrarme, sí. Y, si bien es cierto que lo que hay que hacer es procurar, simplemente, hacer bien el trabajo optimizando al máximo los recursos de los que uno dispone, también lo es que nunca está de más intentar ofrecer alguna explicación al respecto. Por lo menos en política.

Porque ya se sabe que lo que no se cuenta no parece existir. Desde siempre. Luego ya está el hecho de, como dicen ahora, empatizar más o menos.

Y en estos momentos, el PP está atravesando la fase de la profesora hueso y antipática. Que sabías, en el fondo, que te podría ser de gran ayuda de cara al futuro, pero que en los 50 minutos de clase se te hacía una bola tremenda. Así estamos.

El asunto es que ahora se suman problemas de un calado que no sé si contemplábamos. Y es que en España, además, empieza a desaparecer la mínima cortesía institucional que venía existiendo. Así como el respeto hacia ayuntamientos y parlamentos milenarios, a esas butacas que habían visto pasar por sus acomodos aterciopelados, políticos de una talla que nunca más se darán en nuestro querido y desorientado país.

Con lo que este gobierno tiene la ardua tarea de explicar al ciudadano de una manera amable y convincente a lo que debe enfrentarse día a día, a reflexionar internamente y a mostrar una mayor contundencia a la hora de cortar de raíz, ya no casos de corrupción -evidente-, sino cualquier atisbo de que una determinada actuación no se está ejecutando de la manera más adecuada.

Pero es que, además de lo anterior, tiene ahora que explicar a los que la nueva alcaldesa de Madrid se ha referido como "gente que necesita adaptarse a las instituciones", las reglas básicas no sólo de funcionamiento, sino las reglas básicas de civismo y educación. Y eso, queridos, me temo que es mucho más complicado que todo lo anterior.

En España

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