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Eva Miquel Subías

Te 'escrachearé' al amanecer

El escrache me parece un acto donde la esencia de la democracia hace aguas.

No hay cena en Madrid o en cualquier rincón de esta querida España nuestra en la que no salga en la conversación el término escrache. Ya estamos todos puestos y manejamos la expresión con pasmosa naturalidad. Como si hubiéramos convivido con ella desde la más tierna infancia.

Bien es cierto que Artur Mas también suele ser protagonista de no pocas de las conversaciones que tenemos junto a un gintonic. Aunque cada vez con menor intensidad. Ya fatiga. A pesar de que no logro entender cómo el Dry de Javier de las Muelas no ha incorporado todavía el Fox-trot Mas. Con lo que da de sí, oigan.

A ver. Sin desviarme. Vuelvo al escrache. Y lo hago para, sin entrar a valorar los motivos que lo estimulan, o a qué, a quién o cómo, sí afirmar que me parece un acto donde la esencia de la democracia hace aguas por todos sus poros. Se pongan como se pongan. Y sean cuales sean las razones, más o menos justas. Porque no es ése el debate.

Veamos. Si la invasión a tu parcela privada se consiente y tolera, con el acoso, intimidación, proliferación de insultos incluidos en el lote, ¿quién delimita entonces esa parcela y los habitantes que hay en ella?

¿Podría, entonces, algún grupo contrario a los escracheadores oficiales, personarse en el domicilio del principal instigador o instigadora para recriminarle su actitud con su mismo método o debemos seguir creyendo que la educación de unos se debe mantener por encima de todo, para así compensar la barbarie social a la que otros han decidido entregarse?

En España tenemos la inmensa fortuna de gozar de una democracia que permite expresar la opinión de cada uno de nosotros por muy variados cauces. Tenemos el derecho a manifestarnos, podemos escribir nuestras críticas en no pocos foros o podemos reunir en asambleas a gente con la que poder compartir objetivos comunes. Por nombrar tan sólo unos pocos ejemplos, nada innovadores, si bien es cierto. Y todo ello sin tener que desplazarse a la vivienda privada de un representante político por el hecho de que ocupe un determinado cargo en la Administración.

La democracia es, además, respeto a la opinión del otro, es debate, permite la negociación, los acuerdos o desacuerdos, es, en definitiva, la preservación de la libertad por encima de todo. La Libertad, señores, el bien más preciado que poseemos.

La extorsión y el acoso son tan deleznables como el soborno para conseguir que alguien haga o deje de hacer algo violentando su libertad.

Y no voy a entrar en las diversas varas de medir que se han instalado en nuestro país desde hace ya un cierto tiempo. Ni siquiera en la división manifiestamente sectaria hacia dónde dirigir las críticas. Ni tampoco en la selección de las piezas a abatir.

Porque, a ver. ¿Se podría considerar escrache los insultos a José Bono en la manifestación en la que el abucheado no sólo se sintió abrumado, sino que decidió emprender acciones legales? ¿Si hubieran ido a su domicilio en esta época, sería entonces un escrache convencional de lo más rutinario?

Porque dicho esto y si aquí a cada uno de nosotros nos da por escrachearnos mutuamente, podemos ir de forma directa, como quien no quiere la cosa, a la explosión de una orgía escracheadora de lo más incómoda. Y tan poco democrática como que podría acabar en una nada deseable contienda entre españoles de varios espectros. Así, sin querer dramatizar ni exagerar.

Pero vamos, que tan sólo me lo pregunto antes de que tengamos la tentación de escrachearnos todos al amanecer. Por si acaso. 

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