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Eva Miquel Subías

Una palmadita en el trasero

En España funcionamos así, desde hace ya un cierto tiempo. Y es que las varas de medir son de diversa forma, color y condición.

Lo cierto es que no pensaba hacerlo pero finalmente lo voy a hacer. Así que me arranco ya mismo. Y no por bulerías, precisamente.

Veamos. Todo viene al hilo del escrito que una parlamentaria del PP ha dirigido al presidente de la Asamblea de Madrid, José Ignacio Echeverría, al respecto de lo que ella misma calificó como "gestos obscenos" que le hizo el diputado socialista Eusebio González.

Así, Gádor Ongil ha pedido amparo al considerar que tras espetar ésta un "¿Por qué no te callas?" después de que aquél alzara la voz, el parlamentario del PSOE le profirió una mueca de carácter machista.

Hablando en plata y para que todos nos entendamos. Según parece, su señoría mostró su lengua a otra señoría al más puro estilo Torrente. Suficiente.

Algo tan bochornoso no ha levantado ni una décima parte de la polémica que causó el comportamiento igual de ignominioso del alcalde de Valladolid cuando se refirió a Leire Pajín como "la de la cara y los morritos que me inspiran algo que no les voy a decir".

Porque en España funcionamos así, desde hace ya un cierto tiempo. Y es que las varas de medir son de diversa forma, color y condición.

Pero como no me quiero desviar del asunto importante, me centraré en varios ejemplos para llegar a una conclusión que ya les avanzo. No se trata de leyes de igualdad ni paridad. No. De lo que se trata es de un comportamiento cultural y social inherente a tantos y tantos hombres en España, dentro y fuera de la política. Se trata de que una infidelidad femenina no se trata de la misma manera que una o miles de las masculinas. De eso hablamos.

Hablamos de que Rosa Conde, la exportavoz del Ejecutivo de Felipe González, era conocida por muchos como la que mejores piernas lucía en el Congreso. O de que Soledad Becerril –siendo ministra de UCD– era, en palabras de Alfonso Guerra, como "Carlos II vestido de Mariquita Pérez".

Y hablamos, por supuesto, de las nulas consecuencias que tienen este tipo de groserías, más allá del minuto de gloria en un telediario o la media tertulia nocturna.

El machismo, además, no entiende ni de derechas ni de izquierdas, no vayamos a empezar. Que he leído algún artículo en el que se afirma sin pestañear que las derechas nunca han creído en la igualdad. Y es que es muy diferente no creer en un sistema de cuotas o de discriminación positiva, que no creer en la igualdad. Absolutamente diferente. Pero ya conocemos lo perverso que puede llegar a ser el lenguaje políticamente correcto.

Y de hecho, ya sabemos quiénes han sido las primeras presidentas de comunidades autónomas, las primeras presidentas de las cámaras Baja y Alta o la primera secretaria general de un partido político. Por cierto.

Lo que me recuerda también lo que me soltó un altísimo alto cargo de un Gobierno de hace unos años, tras comentar ambos en tono informal el comportamiento habitual de un miembro destacado del Ejecutivo de entonces que solía hacer bromitas con señoras y de vez en cuando dar alguna que otra palmadita algo más abajo de las caderas.

"Pero bueno, cómo sois, si tan sólo le gusta pellizcar algunos traseros de vez en cuando." Pues eso, señores. Un trasero de vez en cuando. Y así.

En España

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