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Congreso de Convergencia

Y Artur Mas salió del armario

Con excepción, quizás, de ellos mismos y de algunos votantes, todos sabíamos de su condición. Todos conocíamos las verdaderas intenciones de los actuales responsables del proyecto político de Convergencia desde sus más tiernos comienzos.

Eva Miquel Subías


Columna publicada el 16-07-2008

En estas fechas en las que vamos dando saltitos de congreso en congreso, cuando unos dan medio giro al "centro" y otros siguen girando sobre sí mismos, he querido detenerme unos instantes en el de Convergència Democràtica de Catalunya, cuyo lema bien habría podido ser Coming Out of the Closet. Mi más sincera enhorabuena por abandonar el mundo de la ambigüedad política.

Me comentaba una buena amiga que, en su día, al enfrentarse a sus propios miedos e inseguridades para, finalmente, reafirmarse sin complejos ante su familia y amigos, se quedó atónita cuando éstos le espetaron: "Uff, ya era hora..." Pues algo así me ha sucedido a mí al respecto del renovado "compromiso para que Cataluña se convierta en una nación libre y soberana en la Europa del siglo XXI", enmienda presentada por la JNC –los jóvenes convergentes que suelen portar pancartitas del tipo Freedom for Catalonia– y que tan cálidamente han recogido los dirigentes y militantes de CDC.

Con excepción, quizás, de ellos mismos y de algunos votantes, todos sabíamos de su condición. Todos conocíamos las verdaderas intenciones de los actuales responsables del proyecto político de Convergencia desde sus más tiernos comienzos. Y más que nunca ahora que en Cataluña asistimos a una especie de absurda competición sobre quien llegará a la meta siendo más nacionalista.

Otra cosa es que durante mucho tiempo estas permanentes idas y venidas les fuera rentable política y electoralmente, ese ahora sí pero luego no, y el bueno, sí, pero sólo un poquito. En definitiva, decir una cosa en Barcelona y otra muy diferente en Madrid o tirar la piedra y esconder la mano, algo de lo que tras muchos años de práctica les convirtió en auténticos especialistas del rodeo. Y del coqueteo ideológico. Al lado de mis amigos convergentes, mi amiga Teresa es una amateur.

Pero, como va siendo también una costumbre en ellos, acaban incurriendo en algún tipo de contradicción. Por un lado, no descartan un ejercicio del derecho a la autodeterminación. Por otro, abogan por la construcción de la "Casa Gran del Catalanisme", donde según Artur (pronúnciese con acento en la u) cabría otro tipo de personas, entre las que incluye a las "personas con una sensibilidad nacional un pelín diferente". El problema es que con tantas naciones y tantas sensibilidades me llevan loca.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Nos autodeterminamos? ¿Convivimos todos juntos –como siempre– entendiendo y sintiendo la realidad catalana y española cada uno a su manera? Por cierto, Sr. Puig, en cuanto a la original idea de ofrecer una alternativa sólida que ocupe la centralidad política, le sugiero que se vaya poniendo a la cola y pida la vez.

En fin, si los de CDC realmente llevan a cabo las propuestas surgidas del XV Congreso (las iniciativas en materia lingüística son de lo más sugerente) no me queda más remedio que decirle al Sr. Mas: Bravo por ustedes, lástima para Cataluña y España.Y mientras CDC va cotejando las tarifas de los notarios por si acaso, vamos a ver qué hace la supuestamente sensata U de la coalición, cuyo avispado, inquieto y comunicativamente seductor Duran i Lleida debería ofrecernos, a su regreso de las vacaciones estivales, algún sabroso plato para degustar, a ser posible con las exquisitas setas que seguro llegarán con las primeras lluvias otoñales.


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