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Eva Miquel Subías

Yo Podemos

Señores, la casta ya no lleva camisa de puños de gemelos. Lleva camisa a cuadros.

Anda el patio interno de los Círculos podemitas revuelto. Seguimos en tensión y siguiendo, tuit a tuit, el episodio diario de nuestro Yo Claudio particular, pero sin la sofisticación que impregnaba a aquél.

El Yo Iglesias, Yo Errejón está mucho más a nivel de acera, más apegado al terreno de los simples mortales. Dónde vas a parar.

Y el asunto que divide en dos o en dos docenas al partido político formado por corrientes diversas y nacido de las famosas manifestaciones y concentraciones del conocido como 15-M y que elevó a personajes como Garzón a líderes de la nueva izquierda, no es más que la convivencia habitual entre cabeza y corazón y que Pascal definió tan bien con aquel corazón que tenía razones que la razón no podía entender. Un buen resumen de lo que podrían ser muchas de nuestras vidas en general.

Veamos. Tanto uno como el otro como el de más allá defienden tesis claramente en sintonía con posturas comunistas. Podemos buscar todo tipo de eufemismos, localizar símiles en cualquier rincón del mundo y todo lo que quieran, pero lo que defienden los nuevos líderes de la izquierda a la izquierda del socialismo tradicional español no es más que lo que es. Comunismo revisado y pasado por el Social Media.

Errejón –lógico– considera que ha llegado el momento de avanzar posiciones y de ganar terreno al Partido Socialista como Holanda lo hace al mar. Es claramente pragmático y estratégico. Y supongo que tiene razón al creer que no se va a dar ningún otro momento tan dulce para ellos como el que están viviendo en este sentido.

Iglesias, podríamos decir, es la versión más romántica de ese comunismo renovado. No quiere aburguesarse como lo está haciendo, por ejemplo, Esquerra Republicana de Catalunya, que quiere ocupar el espacio pujolístico y dejar a los cupaires que hagan el trabajo de las barricadas, a pesar de que estén pisando moqueta y más de uno le haya cogido el gusto.

Junqueras, sin ir más lejos, se ha propuesto ser el Pujol del siglo XXI. Y puede conseguirlo. Ya saben. Cuidado con lo que desees, porque puede cumplirse.

Pero regresemos a Iglesias. Pablo es pura pasión. Le gusta la moqueta y se ha adaptado bien. Pero no quiere plegarse a las normas no escritas que han sostenido el bipartidismo en este país. No quiere trampolines. Quiere ser él quien dé el triple salto mortal.

El deadline para llegar a un acuerdo de cara a la Asamblea del 10 de febrero, creo, es la medianoche del jueves al viernes. Y de no llegar a ningún pacto, asistiremos a una lucha fratricida en la que sólo cabrá un vencedor.

El ganador hará limpieza de su oponente y de todos sus seguidores. Pero no se engañen. No son nada transgresores. Las guerras internas de los partidos políticos son inherentes a ellos mismos. Y todas las grandes formaciones de la historia han acabado o han pasado sus peores momentos debido a divergencias internas. Sin excepción.

Y miren. No puedo evitar esbozar una media sonrisa cuando pienso en cómo los nuevos partidos se enfrentan a viejos problemas, que no son otros que la lucha por y para el poder. Por mucho que éste vaya disfrazado con el atuendo de La Gente. Señores, la casta ya no lleva camisa de puños de gemelos. Lleva camisa a cuadros. Qué más da. Pero nada nuevo bajo el sol.

En España

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