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VENEZUELA

Chávez engaña a los pobres

Mucha gente, dentro y fuera de Venezuela, cree que Hugo Chávez es el héroe de los desposeídos. La propaganda oficial insiste en que, ahora, los más pobres comen mejor y disfrutan de servicios médicos gratuitos, mientras que los jóvenes pueden dedicarse a estudiar y tienen ante sí un futuro promisorio.

Mucha gente, dentro y fuera de Venezuela, cree que Hugo Chávez es el héroe de los desposeídos. La propaganda oficial insiste en que, ahora, los más pobres comen mejor y disfrutan de servicios médicos gratuitos, mientras que los jóvenes pueden dedicarse a estudiar y tienen ante sí un futuro promisorio.
Cuando de política se trata, los pueblos pueden ser muy ingenuos. El problema se agrava cuando quien se cree dueño y salvador de un país, como Hugo Chávez, tiene dinero de sobra para hacer propaganda: no le importa entonces contradecirse, mentir o tergiversar los hechos. Mientras tanto, en Venezuela el miedo campa por sus respetos, la oposición –tras casi nueve años de confrontación– muestra síntomas de agotamiento y van desapareciendo los medios que permiten criticar y denunciar el lenguaje engañoso del Gobierno.
 
No puede ser amigo de los pobres del mundo quien constantemente trata de elevar los precios del petróleo en la OPEP, destruye las posibilidades de aumentar la producción petrolera nacional y gobierna su país como si fuera una hacienda. La promesa de Chávez era incrementar este año la producción hasta los 3,3 millones de barriles diarios, pero la realidad es que Venezuela produce apenas 2,4 millones.
 
No es defensor de los pobres de su país quien cierra la estación de televisión más popular, RCTV, donde se ventilaban diariamente los casos de malestar popular y de corrupción oficial.
 
No es amigo del pobre quien nada hizo por evitar los 17.000 homicidios registrados en Venezuela el año pasado.
 
Es probable que los venezolanos más pobres gocen hoy de un mayor poder adquisitivo, pero esta aparente mejora no es sostenible. Venezuela va encaminada a tener un solo patrono, y una escasez de bienes y servicios nunca antes experimentada. La producción nacional es cada día menor, y el petróleo, por más que se manipulen los precios, no da para importar las necesidades mínimas de toda la población.
 
Se ofrece medicina gratuita, pero se trata solamente lo básico, y es cuestionable la calidad profesional de muchos de esos médicos cubanos que trabajan como esclavos en los nuevos minicentros. Los hospitales públicos están en la ruina, y los médicos venezolanos están emigrando o prefieren dedicarse a cualquier otro trabajo (por ejemplo, la venta ambulante y el manejo de taxis). Para suplir la falta de médicos, Hugo Chávez está graduando a las nuevas generaciones con apenas tres años de estudios de Medicina... mezclados con ideología marxista.
 
La salud de la población se está degradando, entre otras razones, porque no se recoge la basura, no hay mantenimiento para las tuberías de agua, ni para las cloacas, ni para los desagües en calles y carreteras. Conseguir leche para los niños es una tarea imposible. Las enfermedades típicas de la pobreza, como el dengue y la malaria, están de vuelta en Venezuela, y cobrando fuerza. Usar el transporte colectivo en las grandes ciudades es exponerse a un atraco.
 
Es en la educación donde se nota el mayor retroceso. Los colegios privados, los únicos que funcionaban para los pobres, están siendo asfixiados y recargados de programas con ideologías que jamás trajeron paz ni bienestar. La calidad no interesa en la educación pública; tampoco el debate de ideas, ni el número de días de clase. Lo único que interesa es el número de graduados. Ahora puede obtenerse el Bachillerato en un solo un año de estudios: para ello basta con aprender a recitar ridículas loas al líder de la revolución frente a las cámaras de televisión.
 
Admito que muchos de estos problemas no nacieron bajo la llamada revolución bolivariana, pero lo cierto es que el muy triste espectáculo de ver a niños pidiendo limosna en las calles de Caracas empeora día a día bajo el socialismo del siglo XXI.
 
 
© AIPE
 
ALBERTO BRICEÑO, analista político venezolano.
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