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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

¿Dónde está el Mediterráneo?

Un diminuto acontecimiento como el Salón del Libro de París, cada vez más escuálido, como el conjunto del panorama cultural francés, se convirtió en evento internacional porque este año el país invitado fue Israel. Se convirtió en un evento internacional anti-israelí y antisemita.

Un diminuto acontecimiento como el Salón del Libro de París, cada vez más escuálido, como el conjunto del panorama cultural francés, se convirtió en evento internacional porque este año el país invitado fue Israel. Se convirtió en un evento internacional anti-israelí y antisemita.
Todos los países arabo-musulmanes denunciaron la "provocación", y exigieron el boicot. Incluso países como Egipto, cuyo Gobierno mantiene relaciones diplomáticas con Israel, exigió a grito pelado el boicot y la condena de Israel, y de los judíos, a través de sus medios, sus sindicatos de escritores y editores, y hasta de sus bailarinas del vientre.
 
Ya he tenido ocasión de señalar la contradicción entre la actitud moderada del Gobierno egipcio y de su presidente, Hosni Mubarak, y la religión de Estado, o ideología oficial, allí imperante, furiosamente antisemita, equiparable a la propaganda nazi. Resulta que El Cairo no exige abiertamente la destrucción de Israel, como Teherán, es cierto, pero lo que todos los días leen, escuchan y ven los egipcios es lo mismo que ven, escuchan y leen los iraníes, por no hablar de los pobladores de otros países del mundo musulmán: Israel es un monstruo criminal que hay que destruir, y los judíos, súbditos de Satanás que asesinan a bebés para beber su sangre.
 
Desgraciadamente, esto no es una broma pesada, ni una exageración. Es la triste realidad. El antisemitismo occidental es más hipócrita, pero viene a ser lo mismo, ya que su militancia se dedica a apoyar incondicionalmente al Hezbolá, a Hamás y a otras organizaciones terroristas islámicas. En un país como Egipto, pongamos, en el que no existe una verdadera libertad de expresión, esa permanente histeria antisemita no podría ser tan virulenta sin el beneplácito de las autoridades.
 
A decir verdad, este Salón del Libro parisino hubiera transcurrido sin pena ni gloria, como otros, si no fuera por la invitación a Israel, porque Israel es el país más fanáticamente odiado, calumniado y amenazado del mundo. Por eso nos es tan entrañable.
 
Nicolas Sarkozy.Las cosas transcurrieron bien: el presidente Nicolas Sarkozy y el presidente Simón Peres lo inauguraron juntos, y los conatos de manifestaciones hostiles fueron grotescos. Sarkozy afirmó que Francia siempre se opondría por todos los medios a la destrucción de Israel, que algunos pregonan. (Angela Merkel, en Jerusalén, estuvo mejor; pero es que la cancillera alemana siempre está mejor que Sarkozy).
 
Como decía, Israel convirtió esa aburrida ceremonia librera en acontecimiento mediático. Debo reconocer que si más gente de la que yo pensaba defendió la invitación a Israel en ese salón con "ángulos oscuros", muchas veces los argumentos utilizados me resultaron absurdos, hipócritas y, sobre todo, cobardes. En vez de afirmar de entrada: "Invitamos a quien nos da la realísima (o republicana) gana", parecieron disculparse. "No hemos invitado a Israel, sino a la literatura israelí", proclamaban los organizadores del sindicato de editores franceses; y muchos, en los numerosos platós de televisión que coparon la actualidad, añadían: "Y además son escritores críticos con la política de su Gobierno". Como si ese saloncito recompensara a vete a saber qué disidentes encarcelados, y no al presidente Peres, que lo había inaugurado oficialmente.
 
¡Pero cretinos: en un país democrático como Israel, cosa que muy pocos subrayaron, no vale siquiera la pena señalar que hay escritores críticos, disconformes, diferentes! Ésa es la materia prima de la democracia, no sólo de la libertad artística y cultural. Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido preguntar a Amos Oz, uno de los conocidos escritores israelíes invitados, si estaba preparando sus maletas para huir a Estados Unidos (como le ha ocurrido a cierto Premio Nobel turco, también crítico), o si se considera israelí.
 
Me lo han dicho tantas veces, que puedo fácilmente imaginar que, leyendo estas líneas, algunos tengan ganas de insultarme, o preguntarme si considero que Israel no ha cometido errores, incluso criminales. ¡Huy! Errores, mil, como todos los países, incluso democráticos. Para dar un solo ejemplo: en la última "guerra del Líbano", si se justificaba una intervención militar contra el Hezbolá, que no cesaba de enviar cohetes contra la población israelí, los bombardeos me parecieron exagerados, ineficaces y humanamente crueles, como a muchos israelíes, lo cual produjo una crisis gubernamental. Son cosas que ocurren en los países democráticos.
 
Ustedes me dirán si con un delirio antisemita tal puede concebirse una Unión Mediterránea como la que sueña Nicolas Sarkozy. A menos que el Consejo Europeo declare que Israel no es mediterráneo porque Israel no existe. No creo que todos los Gobiernos de la UE aceparían tal aquelarre.
 
Aparte de israel, ¿cuáles son los países del otro lado del Mediterráneo, visto desde Europa? Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Líbano, Siria y Turquía. No se puede citar a ninguno de ellos sin citar tres, por lo menos, conflictos que los enfrentan a sus vecinos. Lo único que aparentemente les une, aparte de una concepción restrictiva y geográfica, pero no política, del Mediterráneo, sería su antisemitismo, más o menos virulento, y la religión musulmana. Pues ni eso. Los islamistas, en la mayoría de los países arabo-musulmanes, se asesinan mutua y bestialmente, entre sunitas y chiitas, por ejemplo; y en los países calificados de moderados, y precisamente por eso, los grupos islamistas radicales comenten sangrientos atentados, como en Marruecos, Argelia o Egipto.
 
El proyecto de Nicolas Sarkozy es tan evidente como iluso: la Unión Mediterránea ofrece a Turquía un lote de consuelo para cuando se le hayan cerrado definitivamente las puertas de la UE, y al mismo tiempo facilitaría una política expansionista francesa en esa región del mundo. Angela Merkel ha parado en seco las ambiciones galas, y si la Unión Mediterránea llega algún día a ser algo más que un eslogan será una obra colectiva, y en el mejor de los casos se limitará a un incremento de los intercambios económicos entre las dos orillas del Mediterráneo. Lo cual no pondrá fin al terrorismo.
 
Al lanzar su proyecto mediterráneo para parar los pies a Turquía, Sarkozy declaró que era consciente de que no sería nada fácil, que existían muchos conflictos y que habría muchas dificultades, pero que en la creación de la UE, que es el modelo, también hubo conflictos y dificultades. Pero "lo hemos logrado", dijo. ¿Qué habéis logrado? Ni siquiera sois capaces de poneros de acuerdo sobre la cuestión del Kosovo, como no fuisteis capaces de detener las matanzas en Bosnia, ni de ir de la mano en lo relacionado con la guerra de Irak. Y eso, por no hablar de cosas más terre à terre, como la incoherencia burocrática y el gigantesco despilfarro de nuestro dinero. La UE es una casa vacía, visitada nocturnamente por ladrones.
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