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ESTADOS UNIDOS

El mitin del 'reverendo' Glenn Beck

Hace ya más de un mes que vengo dándole vueltas al tema, y al final he llegado a la conclusión de que prefiero el Glenn Beck clown al Glenn Beck reverendo. Lo único divertido del famoso Mitin han sido los celos del bocazas de Al Sharpton y otros showmen progres (Jon Stewart, Bill Maher, etc.). Por lo demás, a mí me ha dejado frío, incluso un poco incómodo y decepcionado.


	Hace ya más de un mes que vengo dándole vueltas al tema, y al final he llegado a la conclusión de que prefiero el Glenn Beck clown al Glenn Beck reverendo. Lo único divertido del famoso Mitin han sido los celos del bocazas de Al Sharpton y otros showmen progres (Jon Stewart, Bill Maher, etc.). Por lo demás, a mí me ha dejado frío, incluso un poco incómodo y decepcionado.

Ruth Marcus ha descrito muy bien en su columna del Washington Post la sensación que produce el mesianismo religioso-político: creepy. En mi personal opinión, aunque se insista en el carácter "no político" del acontecimiento, lo más interesante fue la fugaz aparición de Sarah Palin y algún representante del movimiento Tea Party. Todo lo demás fue un aburrido happening, un church picnic, o como se lo quiera denominar. Aunque Beck lo niegue, tuvo mucha similitud con un acontecimiento evangélico de la vieja Moral Majority o de la Christian Coalition, pero con una mayor carga de ecumenismo, buenismo y multiculturalismo (en la línea de la Alianza de Civilizaciones). Lo más sorprendente es la transfiguración que se ha producido en la cara del propio Beck: ya no es un gordo divertido e insolente, sino un gordito místico y buenista (políticamente correcto).

No me interesan las especulaciones sobre el número de asistentes. En este país tan inmenso hay público para todo, y por tanto no tiene relevancia política. Respecto al contenido y la actuación del propio Beck, tengo algunas dudas que quizás no sean bien comprendidas entre los americanos, siendo como soy un español –formado en la tradición cultural y humanista católica– con residencia temporal en este gran y generoso país. No entiendo muy bien el empeño en sacar la religión excesivamente a la plaza pública y mencionar continuamente el nombre de Dios en vano. Entiendo que una cosa es la separación de Iglesia y Estado, que los padres de la democracia americana instituyeron antes que nadie en la historia, y otra muy diferente –y casi imposible– la de separar la religión de la política, en esta cultura política. Creo que las ideas del inolvidable Richard John Neuhaus (en sus libros y en su revista First Things) sobre la religión en la esfera pública son las correctas, pero otra cosa es el exceso de exhibicionismo de las tradiciones fundamentalistas evangélicas –y, al parecer, también en el mormonismo.

¿Por qué no dedicas, estimado Glenn, algunas sesiones de tu show a explicarnos la historia y la teología de los mormomes, sus pulsiones teocráticas y colectivistas, sus brotes violentos (las actividades de la Nauvoo Legion, la milicia mormona, y la masacre de Mountain Meadows, por ejemplo), las viejas costumbres poligámicas y, en algunos casos, pedófilas, perpetuadas en ramificaciones disidentes? En un reciente reportaje de National Geographic (febrero de 2010) se estimaba que unos 38.000 fundamentalistas mormones practican el matrimonio plural. El fundador del mormonismo, Joseph Smith, de acuerdo a los cálculos de su biógrafa, la historiadora y ex mormona Fawn M. Brodie, tuvo medio centenar de esposas; respecto a su sucesor, Brigham Young, según ha investigado Stanley P. Hirshson, se han podido identificar hasta setenta, de las que al menos una decena eran menores de edad. Quizá convenzas a alguien –dudo que a mí– de que no se trata de un culto ajeno a la tradición religiosa bíblica y la moralidad judeo-cristiana.

Los mormones son hoy, en su gran mayoría, buenos ciudadanos, infinitamente mejores que los progresistas seculares y, en mi opinión, más fiables que los islámicos, pero deben aclarar cuál es su posición respecto al cristianismo. Los últimos datos –publicados este año– de ARIS (American Religious Identification Survey) revelan que, mientras unos 170 millones de americanos se identifican con el cristianismo, hay 3.2 millones que se consideran mormones. (Para completar el panorama: 2,7 millones se identifican como judíos, 1,9 millones como testigos de Jehová, 1,3 millones como musulmanes, 1,2 millones como budistas y 3,6 millones como agnósticos o ateos).

Hay, ciertamente, destacados líderes políticos mormones, con estilos políticos muy distintos, pero todos a mi juicio algo cuestionables: el cursi y ambiguo senador Orrin Hacht (republicano), con una larga historia de flirteos con el campeón del abortismo y otras causas progres, Ted Kennedy, el tonto sin remedio del senador Harry Reid (demócrata), uno de los máximos responsables de la tiranía de la mayoría en el obamato, y el rico guaperas y ex gobernador Mitt Romney (republicano), que en Massachusetts adoptó un modelo de sanidad pública que inspiraría más tarde el Obamacare.

Al parecer, Romney sigue siendo uno de los candidatos presidenciales con más posibilidades, pero todavía no ha dado explicaciones sobre algunas cuestiones relacionadas con su condición de líder espiritual mormón. No tiene sentido compararlo con JFK, con su famoso discurso de Houston –por otra parte, un discurso "idiota", como lo calificó el gran teólogo católico John Courtney Murray– ante los líderes protestantes (véase el excelente análisis crítico de Russell Shaw "The Separation of God from Public Life", en The Catholic World Report). Insisto en que no se puede separar religión y política, pero sí, y es conditio sine qua non en una democracia, la Iglesia y el Estado. La candidatura de Romney sólo es comparable a las hipotéticas e implausibles pretensiones de un rabino, un obispo o un imán de acceder a la presidencia de los Estados Unidos. Romney fue obispo de la Iglesia mormona en Belmont, y es asimismo presidente de las congregaciones mormonas de Boston. ¿Alguien se imagina al cardenal católico de Boston como candidato presidencial?

Apreciado Glenn: vuelve a tu estilo tradicional, vuelve a denunciar los disparates de los progresistas, socialistas, progre-fascistas, etc., y las imposturas del régimen de Obama. Todos los ciudadanos honestos valoraron tu papel en la dimisión de Van Jones, uno de los zares comunistas infiltrados en la Casa Blanca. Y otro consejo: olvídate también de tanto panegírico hacia Martin Luther King Jr., deja eso para los Jesse Jackson, Al Sharpton y compañía. Ya es hora de combatir la hipocresía y de que dediques otro programa a plantear dudas pertinentes acerca del famoso líder religioso-político. En el número especial del pasado verano de la revista Smithsonian se anunciaba que hasta 2027 no se desclasificarán los documentos secretos relativos a MLK y la información que obtuvo el FBI sobre sus actividades, por orden de los mismísimos hermanos Robert y John Kennedy. Pero no es necesario esperar tanto, ya que disponemos de información seria y verificada de autores de gran reputación, como Theodore Pappas, que abunda en la "cleptomanía intelectual" del personaje, y John Barron. Richard John Neuhaus, poco antes de morir, hizo un análisis del significado de la vida y la obra del reverendo King, y aunque reconoció que algunas de sus ideas eran válidas, su persona y sus actos estaban muy lejos de cualificarle como un santo secular o un héroe nacional.

Finalmente, amigo Glenn, evita caer en una nueva versión –new age o mormona– de la Teología de la Liberación, también o especialmente en tus shows televisivos...

 

MANUEL PASTOR, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, fue director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard.

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