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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

La carrera al centro de los demócratas

Parece que el Partido Republicano ya sabe quién va a ser su candidato demócrata a las próximas elecciones presidenciales. Hillary Clinton, ni más ni menos. Todavía faltan más de dos años, pero Karl Rove ya ha pontificado que "cualquiera que diga que [Hillary Clinton] no va a ser la candidata se engaña a sí mismo".

Parece que el Partido Republicano ya sabe quién va a ser su candidato demócrata a las próximas elecciones presidenciales. Hillary Clinton, ni más ni menos. Todavía faltan más de dos años, pero Karl Rove ya ha pontificado que "cualquiera que diga que [Hillary Clinton] no va a ser la candidata se engaña a sí mismo".
Hillary Rodham Clinton.
John Podhoretz, columnista del New York Post, hijo del famoso neocon de primera generación Norman Podhoretz, ha sacado un libro titulado, ni más ni menos, Can she be stopped?; algo así como: ¿Podemos pararla? Según ha escrito el periodista John Dickerson en la revista progresista Slate, Podhoretz sostiene que Hillary Clinton será imbatible en 2008 sin un esfuerzo inmediato de los republicanos.
 
El mismísimo Rupert Murdoch, propietario de la Fox, la apoyó en un popular programa de su cadena, y la ha promocionado en un acto de recolecta de fondos.
 
Esta elección del Partido Republicano resulta curiosa. No es común que un partido elija al candidato del adversario antes de que lo haya hecho éste. Se podría pensar que Hillary es la candidata ideal del republicanismo por su reputación de izquierdas. Socialdemócrata –de cuando lanzó la famosa reforma del sistema de salud que provocó la clamorosa derrota de su marido en el Congreso–, feminista –de cuando despreció el trabajo de las mujeres que trabajan en casa– y, en resumidas cuentas, radical, Hillary Clinton divide a la opinión pública y moviliza en su contra a todos los que no sean firmes creyentes del credo progresista.
 
Es exactamente al revés.
 
Newt Gingrich.Los republicanos se han dado cuenta de que Hillary Clinton, en vez de seguir empeñada en su antigua línea progresista, lleva mucho tiempo cultivando la vía centrista que caracterizó la presidencia de su marido una vez pasado el sarampión progresista de los primeros meses de mandato.
 
Siempre ha mantenido posiciones muy matizadas sobre la Guerra de Irak, habiendo apoyando la posición de la Administración Bush, que es, en el fondo, la de Estados Unidos. Se desmarcó de cualquier feminismo radical en un discurso importante, en el que subrayó la dimensión trágica del aborto. Como senadora de Nueva York, ha construido puentes muy importantes con el republicanismo. Con el hoy denostado Tom DeLay, apoyó medidas a favor de la adopción de niños maltratados o abandonados. Con Newt Gingrich, antigua bestia negra de los demócratas, apoyó otras sobre sanidad. Y colaboró con Bill Frist, médico y jefe de la mayoría republicana en el Senado, para sacar adelante medidas sobre tecnología médica.
 
No todos los demócratas están satisfechos con esta evolución. Los descontentos abundan en la franja más radical, en particular la que cuajó gracias a internet con la campaña de Howard Dean durante las primarias demócratas de 2004. Hay quien ha comparado este grupo con la franja radical de derechas de Buchanan, cuando éste se enfrentó a Bush padre antes de las elecciones de 1992. Para otros, es una vuelta al radicalismo demócrata de los años 70, cuando McGovern llevó el Partido Demócrata a la derrota ante Nixon.
 
Lo que está claro es que este grupo aspira a dictar el comportamiento del Partido Demócrata en nombre de la pureza ideológica. Ha perdonado todos sus supuestos pecados a John Kerry y a John Edwards, que han dado muestras públicas de su arrepentimiento por su apoyo a la Guerra de Irak. Pero sigue condenando a quienes no lo han hecho, entre ellos el senador Joe Lieberman y la propia Hillary Clinton.
 
Como ha recordado el analista Tom Bevan, ninguno de los candidatos apoyados por esta franja radical del Partido Demócrata ha conseguido nunca ganar unas elecciones importantes.
 
Si los republicanos se toman tan en serio la candidatura de Hillary Clinton es precisamente porque lleva ya mucho tiempo trabajando un terreno que es el propio de los republicanos, cada vez más lejos de cualquier tentación radical. En otras palabras, Hillary Clinton aparece una candidata tanto más verosímil cuanto más se aleja de la izquierda y más se adapta a las actitudes y las ideas de los republicanos.
 
Es una corriente general en el Partido Demócrata. Otro analista, Peter Beinart, escribió en The New Republic el pasado diciembre un ensayo, titulado 'The Fighting Faith', en el que argumentaba que los progresistas no habían aprendido las lecciones del 11-S. Próximamente publicará un libro titulado, aproximadamente, Por qué los progresistas –y sólo los progresistas– pueden ganar la Guerra contra el Terror y devolver su grandeza a Estados Unidos" (The good fight: why Liberals –and only Liberals– can win the War on Terror and make America great again). No es un título pacifista, precisamente.
 
El pasado 9 de mayo se presentó en Washington un libro que recopila diecinueve ensayos de otros tantos prominentes demócratas y titulado Una estrategia progresista para derrotar al yihadismo y defender la libertad (With all our might: a Progressive strategy for defeating Jihadism and defending Liberty). El mensaje no puede ser más claro. Como dijeron en el acto de presentación los demócratas centristas Mark Warner (gobernador de Virginia) y Evan Bayh (senador por Indiana), el Partido Demócrata debe volver a reivindicar la política antitotalitaria de Roosevelt, Truman y Kennedy.
 
Harry S. Truman.No deja de ser una ironía para quienes piensan que la presidencia de George W. Bush ha agotado el ciclo ideológico de los liberal-conservadores norteamericanos. Parece más bien lo contrario. Cierto que todos estos demócratas critican la política exterior de Bush, pero han acabado defendiendo unos principios muy parecidos. Bush, por su parte, se ha reclamado siempre de Roosevelt, Truman y Kennedy. En realidad, a Warner y a Bayh sólo les faltó citar a Ronald Reagan. Los progresistas españoles deberían tomar buena nota de estas posiciones.
 
***
 
Mientras tanto, otro personaje sigue empeñado en sugerir que se presentará a las elecciones mientras lo niega una y otra vez. Es Al Gore, reconvertido en estrella cinematográfica gracias a un documental de tesis ecológica sobre el calentamiento global.
 
Gore, con la soltura que le proporcionan sus años de vicepresidencia y el haberse criado en un hotel de lujo en el centro de Washington, y conocer, por tanto, como nadie la urdimbre política del establishment político norteamericano, se ha reinventado a sí mismo en estos últimos años gracias al activismo en causas ecologistas y las nuevas tecnologías (está muy bien colocado en Google).
 
Hay quien dice que su posición es más confortable que nunca, que está ganando mucho dinero y que lo último que piensa es volver a enfrentarse al tremendo esfuerzo de una campaña electoral presidencial. Pero hay quien dice lo contrario. Como no se ha apeado de la crítica dura a la política de la Administración republicana, podría ofrecer un buen contrapunto a Hillary Clinton en unas primarias. Y como buena parte de su campaña en 2000 –campaña que muchos de sus partidarios siguen pensando que ganó– se basó en poner distancia con Clinton, presentarse ahora contra la esposa de su jefe sería como saldar definitivamente las cuentas con la avasalladora figura del antiguo presidente. Si es así, es posible que Gore sólo se presente cuando Hillary Clinton confirme su propia candidatura.
 
Lo que es muy difícil en tal caso es medir hasta qué punto eso perjudicará a Hillary Clinton. Ahora mismo, la apoya el 80% de quienes se consideran votantes demócratas.
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