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LIBERALISMO

La débil democracia europea

¿Es democrática la UE? Casi todos los europeos creen que sí, pero hay grados de democracia. Muchos europeos se sienten cada día más impotentes frente a sus gobiernos nacionales, y mucho más frente a la UE. Y tienen poderosas razones para sentirse así. Aunque muchas naciones europeas son más viejas que EEUU, todas las democracias del Viejo Continente (con la excepción parcial de Suiza) son más recientes; muchas de ellas lo son desde hace unas pocas décadas, y desde hace aún menos las que pertenecieron a la URSS.

¿Es democrática la UE? Casi todos los europeos creen que sí, pero hay grados de democracia. Muchos europeos se sienten cada día más impotentes frente a sus gobiernos nacionales, y mucho más frente a la UE. Y tienen poderosas razones para sentirse así. Aunque muchas naciones europeas son más viejas que EEUU, todas las democracias del Viejo Continente (con la excepción parcial de Suiza) son más recientes; muchas de ellas lo son desde hace unas pocas décadas, y desde hace aún menos las que pertenecieron a la URSS.
Muchas de las naciones europeas fueron monarquías autoritarias que se transformaron en socialismos autoritarios sin crear las instituciones democráticas que protegen a los individuos del Gobierno.
 
Cuando un pequeño grupo de personas se reúne y vota por sus líderes y por todas las cuestiones realmente importantes, a ese proceso lo llamamos "democracia directa". Muchos pueblos de EEUU, especialmente en Nueva Inglaterra, convocaban a la gente a reuniones de ciudadanos donde se decidía sobre los impuestos y sobre cómo gastar el dinero de los contribuyentes. La mayoría de los países tienen hoy "democracias representativas", donde la gente elige a los representantes que apoyan sus deseos y opiniones.
 
El sistema suele funcionar bastante bien cuando los ciudadanos conocen a sus representantes, pueden interactuar con ellos y éstos temen perder su posición si no reflejan el deseo de la mayoría.
 
Muchos países europeos han construido su sistema político de arriba abajo, no de abajo arriba. En tales países la élite política decide qué es lo que conviene a la ciudadanía. Francia es un buen ejemplo. La mayoría de los líderes políticos franceses fueron a la misma universidad elitista, donde desarrollaron su red de amigos, razón por la cual tanto los políticos de izquierda como los de derecha quieren un Gobierno grande, donde ellos lo controlen todo. Los parlamentarios están bajo el control estricto de los partidos, por lo tanto, y a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, las votaciones en contra de la línea partidista son muy raras.
 
Vista nocturna del Capitolio.En el Congreso de Estados Unidos los líderes están todo el tiempo negociando con sus compañeros de partido, tratando de lograr mayorías. La principal lealtad de los congresistas es hacia sus electores, no hacia los líderes de su formación. En Europa, y también en América Latina, lo normal es lo opuesto. Si los congresistas no siguen la línea partidista los eliminan de la lista de candidatos y son reemplazados por otros de su distrito. Por lo tanto, los congresistas ocupan casi todo su tiempo en quedar bien con los jefes del partido.
 
El líder del Partido Conservador del Reino Unido acaba de anunciar que su formación no luchará por rebajar los impuestos durante la próxima campaña electoral. Los dirigentes de la vieja guardia thatcheriana están indignados: lo consideran dañino tanto para el país como para el partido; pero si no bajan la cabeza y tragan, sus nombres no aparecerán en las listas de candidatos.
 
Otro factor influyente en el centralismo poco democrático que prevalece en Europa es la importancia de la televisión gubernamental. Como es de imaginar, los canales del Estado apoyan al Gobierno grande, que paga sus cuentas. El caso más notorio es la BBC, cuyos ingresos provienen enteramente del impuesto que pagan todos los que tienen un televisor en el Reino Unido. Como era de prever, los comentarios y la presentación de las noticias de la BBC son siempre en contra de un Gobierno limitado y de unos impuestos más bajos.
 
De esta forma, la defensa de la libertad individual y el libre mercado confrontan una doble desventaja en Europa en su lucha contra el monstruo gubernamental, que distribuye favores por cuenta del presupuesto nacional y manipula la información a través de la televisión estatal.
 
Dado que ni a las élites más poderosas ni a los medios de información mejor financiados les gusta mucho la democracia, en Europa crece el estatismo, lo que a su vez ha destruido gran parte de la vitalidad económica del Viejo Continente.
 
 
© AIPE
 
Richard W. Rahn, director general del Center for Economic Growth y académico asociado del Cato Institute.
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